domingo, 21 de noviembre de 2010

Árbol de amor



¿Es mi amor el árbol de los 40 escudos?
¡Único  y eterno en mi jardín secreto!
Sencillo  y doble como  las canciones de Goethe
cambia sus hojas de verde a dorado
con renovadas sensaciones al  viento.

Árbol  sagrado en la pagoda de mi cuerpo,
el porte erguido en su juventud y muy longevo
con ramas anchas que buscan la luz
y crea la sombra perfecta.

Abanicos de hojas con largo peciolo
algo carnosa y ahorquilladas venas.
¡Partida en dos, siendo una!

En mi otoño adornado de oro viejo
tras el caluroso verano  dio su fruto
una sola semilla que no resiste el tiempo para germinar,
necesita del polen querido para poder madurar.

El y ella, como árboles dioicos crecen juntos para continuar.
¡Fósil viviente!, ¡No cambies a través de las eras geológicas!
¡Especie vegetal  viva más antigua del mundo!, ¡Busca la eternidad!

¿Es así mi amor?, ¿Como este árbol del oriente?
¡Aquel que conocí gracias a ti!
Hoy me siento fundido, un ser doble y sencillo.
Un ginkgo biloba, un solo amor,  mitad tú, mitad yo.




La "Misa Pastorella" de Maestro Valle

Llevado por la curiosidad de conocer mejor a mis antepasados vengo hace años recabando información sobre mi bisabuelo el compositor y director de orquesta, el venerado “Maestro Valle”. A medida que iba avanzado en la investigación, siempre quedaba en el aire por mis informadores, una referencia alusiva a la magistral obra que se interpretaba en la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria por Navidad  desde 1880, llegando a convertirse en un clásico  en la misa del Gallo, hasta tal punto que muchos fieles iban a la misa tanto para dar gracias a Dios como para disfrutar de los cánticos  de la “Misa Pastorella” de Maestro Valle. Algunos incluso sostienen que  se dejó de interpretar en la década de los setenta porque la belleza de la música restaba protagonismo y atención a la ceremonia religiosa, pero jamás fue olvidada por aquellos feligreses que entiende la música como una oración y la recuerdan con gran devoción, incluso  mitificándola como la “pastorcilla perdida”.
Prestigiosos musicólogos como Lothar Siemens o Arminda López, han investigado con dedicación el legado de Bernardino Valle Chinestra que donó la familia para su conservación al Museo Canario, siendo catalogadas  todas sus composiciones, pero la “Pastorella”, seguía incompleta. Nicolás Díaz Saavedra, un ferviente admirador de Valle por herencia de su abuela que fuera discípula del maestro, me facilitó un archivo sonoro de escasa calidad técnica que grabó en directo el año 1973, probablemente la última interpretación en la Catedral, la cual guardaba como una verdadera reliquia en la certeza que sería un documento imprescindible para rescatar los movimientos básicos y espíritu de la composición.
La insistencia de José Brito, director de la Orquesta Universitaria Maestro Valle de la ULPGC, por recuperar las partituras originales para reestrenar la obra en uno de sus conciertos, grabarla y si fuera posible interpretarla en la Catedral,  donde durante más de setenta años se tocó y cantó en la “misa del gallo”, se convirtió para mi en un compromiso y una responsabilidad familiar  por encontrarla y rescatarla para renovar la tradición navideña, que en el correr de los años y a lo largo de muchas generaciones fuese un cántico imprescindible en las fiestas religiosas de nuestra Isla, especialmente por Navidad.
Todos apuntaban que una copia de la partitura la custodiaba un familiar, pero nadie daba señas de su identidad, hasta que Luis Valle Peñate me indicó  la posibilidad que su hermano Bernardino pudiera darme alguna clave.
 Efectivamente, le llamé por teléfono, le comenté mi deseo de rescatar “La Pastorella”, y mi interés al respecto, contestándome que tiene un viejo baúl en su despacho de medicina con documentos de su padre, Bernardino Valle Gracia, que fuera Alcalde de Las Palmas de Gran Canaria y Diputado a las Cortes en tiempos de la República. Me pidió un tiempo para buscarla, ya que su esposa se encuentra en delicado estado de salud. A la semana, ansioso por sus noticias contacté nuevamente con él, confirmándome que tenía algo y pasara por allí para verlo, dándome una cita como si fuera un paciente para el siguiente martes a las 10:30 horas.
A pesar de no tener mantener una intensa relación familiar, lo conocía por mi árbol genealógico de la familia, al verlo personalmente nos saludamos con gran entusiasmo, probablemente porque nuestros rasgos físicos reflejaban nuestra ascendencia común y nuestro carácter afable invitaba también a ello. La rama de los Valle siempre me ha causado un gran respeto y admiración, a causa del recuerdo que tengo de mi abuela Luz, una autentica señora  de las llamadas de antes, que desprendía autoridad, al tiempo que serenidad, dulzura, humildad, y sobre todo desprendía amor.
Un fuerte sigilo denoto al traerme el libro encuadernado con tapas negras, a continuación le resta importancia a su utilidad para mi investigación, a la vez reconociendo su gran valor emocional por conservar un manuscrito de su padre del que no se quería desprenderse. Me esfuerzo por darle la confianza necesaria para que me dejara hacer una copia con plena garantía de su devolución en el mismo estado en el que me lo entrega, y por supuesto mantenerlo y conservarlo durante una semana para escanearlo con esmero y cuidado.
Cuando lo tuve en mis manos, casi sin creérmelo y sin mediar más, salí rápidamente del despacho en el que ni siquiera me senté para aprovechar el plazo comprometido. Cogí la calle Padre Cueto hacia Las Canteras, como lo hacía en mi niñez lleno alegría desde mi casa en el número 33 a la playa para jugar en la arena con mis amigos y amigas.
Corriendo por el paseo con ánimo de llegar pronto a la casa de Sargento Llagas para dar la noticia del feliz hallazgo, a la altura del balneario, me encuentro de frente a María Teresa que orgullosamente paseaba en su cochecito a nuestra nieta Alejandra.

Sorprendido por lo inesperado del encuentro, creí incluso que fuera una premonición, superado el momento reacciono emocionado y eufórico ante la agradable sorpresa con la piel erizada, Sentí un escalofrío que me indicaba la  presencia fantasmal de mi bisabuelo a través de la mirada de mi nieta, igual lo hiciera cuando nació mi nieto Gabriel para desearme renovadas ganas de vivir, y claramente transmitirme que mientras corra por nuestras venas su sangre permanecerá junto a nosotros en este mundo para protegernos como un ángel de la guarda.

Repleto de nostalgia, ya en el hogar, abro el libreto negro de rebordes forrados en piel con extrema diligencia para no estropearlo, leyendo en su primera página a modo de prólogo la siguiente declaración:

Las hojas manchadas por el tiempo, unidas y sujetas con hilo carreto, las fui escaneando con el mayor cuidado para no deteriorarlas, una a una, las ciento veinte y dos páginas. A medida que lo iba haciendo, no con escasa dificultad, me regocijaba la visión por la belleza de las notas musicales, escrita sin tachaduras y por su gran laboriosidad. Daba la sensación que reproducía una obra de arte más que la copia de una partitura. Excitado y sudoroso al acabar la tarea en un día otoñal, caluroso y de alta humedad, me dispuse a compartir mi descubrimiento con José Brito que se encontraba dando clases en Magisterio, igual que lo hacía 100 años antes el Maestro Valle, quedando vernos al terminar su docencia en la cafetería.
Él estaba tan entusiasmado e ilusionado como yo, mi inquietud como profano de la música clásica religiosa era recabar la opinión del experto al valorar el documento y su utilidad para llevar a cabo nuestro proyecto de recuperar de forma completa “La Pastorella”. Efectivamente me confirmó una vez inspeccionado el libreto que era lo que buscábamos, y el “Yes, we can” para digitalizarlo con un programa musical que poseía un miembro de la orquesta.
Al día siguiente, por correo electrónico me ratifica que Marcos Pulido con el archivo en pdf de la partitura y la grabación sonora, la había digitalizado con éxito y que el 17 de diciembre celebraría un concierto en el Paraninfo de la Universidad donde ofrecería como propina al público asistente el primer movimiento de la Misa Pastorella: I. Kyrie, donde se expone el tema musical más recurrente de la misa en los diferentes movimientos posteriores del Gloria, Credo,  Sanctus, Benedictus y Agnus Dei, que forman la apreciada obra.
El movimiento musical que cerrará el acto, se llevará a cabo con la Schola Cantorum de la ULPGC, coral que dirige actualmente el italiano Stefano Degano, y la Orquesta Universitaria Maestro Valle de la ULPGC dirigida por su magnífico director titular, el ilusionado José Brito.
En el futuro, y con la colaboración de toda la familia, amigos y fans de Valle, el reto será reestrenarla en la Catedral durante la misa del Gallo, recuperando así la tradición navideña y rescatar para la memoria musical canaria la “Misa Pastorella” de Maestro Valle.
Hoy, 20N hemos recuperado la “Misa Pastorella” de Maestro Valle, una obra fundamental de la música religiosa canaria con 120 años de historia.
¡No la volveremos a dejar en el olvido!, ¡Enhorabuena y felicidades a todos!