miércoles, 1 de agosto de 2012

La apariencia no es siempre lo más aparente.


El título me lo propuso mi hijo Fernando cuando por WhatsApp  le comenté una foto de su triste perro, advirtiéndome ofendido que no era un perro triste sino una triste foto, indicándome asimismo que podría hacer una entrada en mi blogspot sobre que “las apariencias no siempre son lo que aparentan”. Me provocó la idea y asumí el reto del guante lanzado, fijé lugar y hora en este mismo momento para el desafío.


Había colgado una serie de frases inéditas e inconexas en mi muro de Facebook que me fueron probablemente incitadas por algo o alguien, tales como:

“En estos momentos es bastante raro vivir, pues actualmente la mayoría sólo sobrevive la vida”.

¡No me resisto a perdonar a un cabrón, es con diferencia lo más que le cabrea!.

“Por los halagos de una noche que no nos debimos dar, ganamos el cariño pero perdimos la amistad”.

“Nunca logramos todo pero siempre ganamos algo”.

¡Aunque lo desprecies, alguien siempre habrá que lo quiera!

“No voy a dejar de escribirte sólo porque no me entiendas.
Solamente es que tengo algo que decir y lo digo, aunque a veces ni siquiera comprenda las palabras que digo”.

La respuesta no se hizo esperar, a cada una de ellas había  comentarios que iban desde la extrañeza a la indignación, desde la preocupación al me gusta, desde el rechazo al compartirlo. Lo cual significaba que lo percibido no dependía del valor de la idea sino de quien lo había escrito, y en la mayoría de los casos de quienes lo habían leído. Entré en el juego de las apariencias, de lo imaginado a la realidad, de la ilusión al hecho, de lo esperado a lo ocurrido, de lo creído a lo existente. Un juego de picardía, ingenioso y creativo, que por engaño, soberbia o vanidad nos complace olímpicamente participar en esta ruleta de los dimes y los diretes.
Nadie dice gustarle lo visto en televisión, o lo leído en las revistas del corazón sobre las apariencias y fantasías de la de vida de personajes famosos y no tan famosos, incluso inventadas historias o enredos maquiavélicos, pero sin embargo las vemos, las juzgamos y hasta nos distraen un poco, o un mucho al observar el tiempo empleado en el espectáculo. Hablé, escribí, miré, oí, hasta convencerme que mis palabras, las imágenes, los sonidos, eran interpretados, entendidos o comprendidos en las más diversas e infinitas formas y contenidos, comparados a una realidad o modelo personal basado en una amplia gama de valores físicos y espirituales.

Un buen experimento fue la foto del perro de Nando, que ojo, mi hijo no es ningún perro, aunque los perros se dice que son el vivo retrato del dueño, ni quiero decir tampoco que este triste Nando por el perro. ¡Bueno me estoy metiendo en un lío con Fernando! cuando quería hablar simplemente sobre la fotografía, que no siquiera la mirada misma, sino una forma de mirar, cuya impresión de la realidad no tiene limites y su interpretación no tiene fin. Si a esto le sumamos que la fotografía refleja tan solo un instante, un vislumbre, no podemos pretender que ese fragmento identifique la memoria inolvidable que marque la identidad o esencia de la imagen fotografiada.
En verdad las fotos son detalles y un álbum puede reflejar una etapa de la serie, aspirando a ser un fiel reflejo de la contabilidad de las cuentas de la vida. La fotografía registra lo aparente y el álbum contabiliza la realidad de la apariencia, más nunca es una realidad irrefutable puesto que con cada nuevo registro la cosa cambia, hasta tal punto, que no me reconozco en una foto anteriormente tomada, destruyendo mi imagen pasada.
No hay una apariencia definitiva, lo aparente y el acopio de lo aparentado, nunca puede completarse, ni mucho menos llamarle la dura realidad. Ahora bien, el conocimiento, el reconocimiento, la vivencia de lo aparente, conforma variadas emociones y sentimientos dignos de incitar a que sintamos algo y actuamos, no perturba la emoción de preocuparnos y nos pide que acortemos distancias a la sabiduría. Nos puede mostrar algo horripilante  que por vista llegamos a aceptar como verdadera , incluso a menudo nos invita a fijar la vista en lo más vulnerable o banal.

No siempre lo aparente existe pero a veces termina alcanzando el don del arte al parecerlo. El surrealismo de la apariencia construye de veras una concepción del arte aparente y de la vida fugaz. La capacidad imaginativa y la sugerencia de sus construcciones mentales significan, sin duda, una verdadera revolución en el arte de vivir -viviendo- construida en base al dadaísmo que propugnaba: destruir, provocar el caos y aniquilar. Lo que no significa  que ambos movimientos no tengan fronteras de contacto y apariencias comunes.

El mundo autónomo de los sueños freudianos también pueden ejercer una influencia decisiva en la concepción de la apariencia, de la capacidad intuitiva de la psiquis, del profundo y oscuro mundo interior de la mente, el subconsciente o inconsciente, aparecen como maquinas reveladoras de una nueva realidad de la aparente cámara humana.
A pesar de que desconocen gran parte de mi vida, confieso que soy aparentemente humilde, mi soberbia y vanidad son un “secreto a voces”, y nunca mi apariencia había ocultado. Siempre intento hacer pensar desde otro punto de vista, las miradas pueden parecer en el momento incluso radicales o infantiles; y como dijo, sin recurrir a ningún tipo de artimaña, aquel hidalgo caballero:
Cuando no estamos en la una, estamos en la otra”.

El amor y el deseo aparentan lo mismo, pero son muy diferentes. ¡Sólo en mi sano juicio lo comprendería! ¡Mientras tanto disfrutaré la apariencia, puesto que detrás de lo aparente, no hay nada parecido! 
GNV


P.D.:
Me sirvió de fuente el libro “Sobre la fotografía” de Susan Sontag, de igual forma que la “aparente vida” de la muy notable y real premio Príncipe de Asturias. Y como siempre gracias a Wikipedia, el Quijote de la Mancha, Dulcinea y a Sancho, digo: “Nando”.