lunes, 20 de abril de 2015

Reflexiones sobre la vida y la muerte.

Reflexionar sobre la muerte tiene por objeto producir un auténtico cambio en lo más hondo del corazón. Muchas veces esto exige un periodo de retiro y contemplación profunda, porque sólo eso puede abrirnos verdaderamente los ojos a los que estamos haciendo con nuestra vida. El fruto de una reflexión frecuente y sobre la muerte será una sensación de "emerger", muchas veces con una cierta repugnancia, de los comportamientos habituales. Se sentirá cada vez mas dispuesto a abandonarlos y, al final, podrá liberarse de ellos con total facilidad, dicen los maestros tibetanos, "como si extrajera un pelo de un trozo de mantequilla".


Después de meditar obligatoriamente todos los días sobre la muerte he aprendido a reducir el miedo a morir y a vivir plenamente. Según la sabiduría de Buda, realmente podemos utilizar nuestra vida para prepararnos para la muerte. No tenemos que esperar a que la dolorosa muerte de un ser querido o la conmoción de una enfermedad terminal nos obliguen a examinar nuestra vida. Tampoco estamos condenados, al morir, a ir con las manos vacías al encuentro de lo desconocido. podemos empezar aquí y ahora a encontrar en sentido a nuestra vida. podemos hacer de cada instante una oportunidad de cambiar y prepararnos, de todo corazón, con precisión y serenidad, para la muerte y la eternidad.

El descubrimiento todavía revolucionario del budismo es que la vida y la muerte están en la mente, y en ningún otro lugar. La mente se revela cómo base universal de la experiencia; creadora de la felicidad y creadora del sufrimiento, creadora de lo que llamamos vida y de lo que llamamos muerte. Una de las principales razones por las que tanto nos cuesta y tanta angustia nos produce afrontar la muerte es que ignoramos la verdad de la impertinencia.


Sugerente y acertado concepto este de la "impermanencia" que me ofrece los "Destellos de Sabiduría" de Sogyal Rimpoché. ¿Que puede haber más imprevisible que nuestros pensamientos y emociones? ¿Tiene usted idea de lo que va a pensar y sentir la semana que viene? Nuestra mente en realidad es tan vacía, tan impermanente y tan efímera como un sueño. Lo único que tenemos en realidad es el ahora.

Debemos descubrir nuestra auténtica naturaleza y encontrar así la estabilidad y la confianza que necesitamos para vivir, y morir, bien. La muerte es como el tiempo: inevitable, pero conocerla y preverla puede reducir considerablemente sus daños y sufrimiento. Si nuestro deseo más profundo es vivir y seguir viviendo, ¿Por qué insistimos ciegamente en que la muerte es el fin? ¿Por qué no intentamos al menos explorar la posibilidad de que exista una vida más allá? ¿Por qué no empezamos a preguntarnos seriamente dónde está nuestro futuro real? Después de todo, pocos o nadie vive más de cien años. Y después de eso se extiende toda la eternidad, de la que ignoramos todo.


Como cualquier cosa que se diga en latín, suena más profunda: Vi Veri Veniversum Vivus Vici. "Por el poder de la verdad, yo, estando vivo, he conquistado el universo". Johann Wolfgang von Goethe, de su obra “Fausto”. En este caso es que es hasta mas bonita la sentencia  en latín para mi al empezar todas las palabras con la uve de Valdivielso. Aunque otros preferirán algo que les resultará más contundente: Mors certa, hora incerta. "La muerte es cierta, su hora desconocida". Este adagio de origen remoto, que figuraba en muchos relojes centroeuropeos no debía tomarse como un mensaje pesimista sobre la inexorabilidad de la muerte, sino, en contra de lo que predicaba la religión, como la necesidad de aprovechar cada momento y disfrutarlo.

Espero no morir del todo, sin embargo, para con humildad concluir, me aplico la frase que repetía con insistencia el siervo de aquel general que desfilaba victorioso por las calles de Roma que le recordaba las limitaciones de la naturaleza humana: "Recuerda que has de morir". Si lo quieres en latín: Memento morí


Como habrás visto, los tibetanos y los romanos hablaron de lo mismo: Reflexiones sobre la vida y la muerte. Murieron y siguen viviendo. Igual que yo, sabiendo que no puedo eludirlas, no veo sentido preocuparme más por ellas.