sábado, 1 de marzo de 2014

El jardín encantado.



¡Cuéntame un cuento Atata! Uno de esos que jamás le hayas contado a alguien. Ese que has guardado oculto en tu corazón, que sólo serías  capaz de contárselo a las personas que más quieres en el mundo.
¡Vale ! Le contestó el abuelo a su nieto después de haber pensado un poquito de como empezar la intrigante historia. El quería utilizar palabras bonitas y sinceras que impactaran en su ingenua mente y que el relato se bordara en su cerebro con hilo de oro e hilvanara sus almas tejiendo entre ellos una unión que fuera indestructible.
Atata, puso a trabajar su imaginación, esa fuente que tienen todos los hombres y mujeres, pero que sólo saben utilizar bien las abuelas, sin embargo la ocasión bien valía el esfuerzo del inexperto abuelo como para despertar al viejito con el efectivo alarido del nietillo y de la nietilla que se había sumado a tan expectante encuentro. Se miró al espejo para coger las ideas que tenía congeladas en la nevera de su corazón y que estaban como reservadas para paliar el hambre de fantasía de sus amados nietos. Eran fotografías en blanco y negro, como pintadas a plumilla, con todo lujo de detalles, un recuerdo minucioso y perfecto que tomaría color, calor y contenido, cuando salieran por su boca para ser impresas en la cabeza de los niños.


Salgamos al aire libre para disfrutar de este momento profético, que tengamos espacio suficiente para que vuelen los pensamientos alegres y tristes, los valientes y los miedosos, los placenteros y los horrorosos, y sobre todo los terroríficos, los tenebrosos, y los misteriosos que combatiremos unidos con fuerza y sabiduría de la forma más bella, con nuestro amor. Volará nuestra existencia, todo lo vivido y lo por vivir, todas las épocas simultáneas, sin principio ni fin. Seremos los espectadores y los protagonistas de nuestro ensueño.
Los jardines encantados son uno de los lugares favoritos de los seres fantásticos. Gnomos, duendes, hadas… a los que les encanta vivir rodeados de flores. Pues, ¿sabéis que pasó hace ya muchos años en el jardín de nuestra casa, cuando Apa era tan sólo un chiquillo atrevido y revoltoso?
Había aquí un jardín encantado en el que vivían todos estos seres maravillosos junto con flores de muchos tipos, rosas, orquídeas, esterlicias, geranios... Por las noches, todas hacían grandes fiestas con sus amiguitos, los pájaros cantaban, reían las hojas, saltaban las ranas...
Lo pasaban muy bien, pero un día llegó un brujo envidioso y malvado que hechizó este jardín y a partir de entonces todas las flores y los seres maravillosos quedaron muy, pero que muy tristes, ya no cantaban, ni reían, ni bailaban, solo permanecían muy quietecitos en el campo como zombis vivientes.
La terrible noticia llegó a oídos del Mago Abuelín a través de un duendecillo muy fuerte e inteligente, llamado Bily, que vivía en aquel jardín, pero que no había sido hechizado por el malvado brujo porque logró refugiarse con su preciosa hermana Lury en una higuera que daba tempraneras brevas. Se salvaron gracias a que treparon por las frondosas ramas de la hidalga higuera canaria, y allí  se escondieron en la cueva existente en un higo ya maduro que había sido excavado por el goloso mirlo blanco de pico anaranjado para comerse la dulce pulpa interior morada dejando tan sólo la piel externa negra. Entonces los duendecillos le pidieron ayuda al mago Abuelín, y éste envió una plegaria a su padre, el bisabuelo Nano, que deshizo el hechizo inmediatamente con estas palabras mágicas:

“Yayapum, Yayapum, este jardín entristecido de nuevo encantado quedará, y por siempre alegre permanecerá”.


Así de nuevo todas las flores y los seres maravillosos del edén de la finca "La Cruz", volvieron hacer grandes asaderos de sabrosas chuletas y verduras en las noches de luna llena; cantar isas, seguidillas y folias; contar chistes de todos los colores, verdes, amarillos y colorados; y  el  día de Canarias -al final de mayo-, todos alegremente se juntarán y celebrarán la romería de  nano'er chico, y por el día de la Candelaria -en febrero-, acudirá el rancho de ánimas para recordar con pena a los que se hayan marchado al paraíso del cielo. Pero antes de todo esto, los  duendecillos se transfiguraron en seres reales pero maravillosos, uno se convirtió en un robusto niño de ojos índigo y la otra en una encantadora princesa de ojos verdes castaños, ahora se llaman respectivamente: Gabriel y Alejandra. Le contaron todo lo ocurrido a sus primos de los aledaños, a Luismi, Sara, Inés, David, Marta, Rosana, Ana..., y a los de otras tierras lejanas, Paquito, Piti, Iko, Cristina, Lucecita..., y unidos a los demás amiguitos, amiguitas y árboles del jardín, draguito, palmerita, naranjito, nisperito..., le agradecieron a sus antepasados, el haberles regalado por siempre jamás, el jardín encantado tan espléndido y tan bien conservado.
Pasado algunos años el abuelo, nieta y nieto, tres flores de una misma planta, de frente cada uno a los otros dos, formaron un triángulo y juntando sus manos, entrelazadas  la derecha de uno con la izquierda del otro, crearon una cadena de unión fraternal, el viento paso al oído una palabra secreta, el abuelo al  nieto, el nieto a la hermana y está de nuevo al abuelo. Al retornar el eco claro y perfecto de la palabra sagrada, que sólo la conocen los miembros de este gran clan familiar, se abrió un hueco en el paraíso del cielo y descendió a continuación el gran mirlo blanco iluminado, llevaba en su pico una rama de acacia mojada por las nubes; de ella cayeron a la tierra tres gotas de agua con destino a sus respectivas cabezas. Cada gota de agua contenía un poder distinto, la que cayó en la nieta contenía todas las semillas de las plantas aromáticas y medicinales que servirían para dar mejor gusto a todas las comidas, como también para curar todas las enfermedades del mundo; otra gota de agua cayó en la cabeza del nieto, que es muy dura y sabia, contenía los átomos que forman las moléculas de todos los minerales del universo, con ellas hizo una colección magnífica que ahora sirve para aportar abono a las plantas y energía vital a todas las personas y los animales para crecer y desarrollarse plenamente con fuerza y belleza. Igual que un copo de nieve no cae en un sitio por casualidad sino en donde tenía que caer, esta vez la que debía mojar la cabeza al abuelo, no fue así y resbaló al suelo, el abuelo se había transformado en tierra fértil, para regar eternamente a todas las plantas y árboles del jardín afortunado y proteger a sus habitantes de los lobos embrujados que viven en las cuevas  enclavadas en la ladera de enfrente. Menos mal que los lobos quedaron separados al pasar el agua de lluvia por el hondo barranco de San Miguel y por una barrera invisible de aire ardiente, mucho más segura que una valla de acero trenzado con púas de pitas y tuneras.

No es de extrañar que en este jardín encantado con gente maravillosa, su belleza excepcional y la abundancia de sus frutos, naranjas mandarinas, guayabos afrodisiacos, melosos dátiles...,  inspiraría una atmósfera también excepcional  para el amor entre los que allí vivían tan felices, tuvieran muchos hijos e hijas, y estos después le dieran muchos más nietos y nietas.
Como veis ahora, este jardín está lleno de magia, de seres encantadores, de plantas y pájaros que bailan y cantan. Cada jardín particular, como el amor, tiene su misterio, su propia atmósfera, su propia alegría. El misterio que envuelve nuestro jardín es tan grande y tan palpable que hasta los inmortales quedarían fascinados al verlo.
Quedaron satisfechos, volvieron felices al hogar, se fueron a la camita después de bañarse y ponerse los pijamas; y desearon y pidieron al Ángel de la Guarda que toda la gente del mundo tuviera un jardín y unos abuelos, que les contará su propio cuento de las entrañas y donde fueran protagonistas ellos mismos y las plantas que en aquel lugar existieran.

¡Ojalá nuestros maravillosos jardines se conserven, así encantados, para siempre y para todos!