Nunca jugué al fútbol
con Manolo, pero durante más de 25 años en nuestra tertulia mensual me demostró
su entrega y generosidad con el equipo. Nunca nos dejó en la estacada y sus
amigos sabían que su portería estaba siempre bien guardada y segura.
En la mañana del
martes, 17 de junio, varios mensajes de amigos comunes me anuncian su
fallecimiento y el deseo de la familia de un sepelio en la más absoluta
intimidad, lo cual por supuesto respeto, sin embargo mi mente incontrolable
quedó anclada en los últimos momentos que conté con su presencia y me obliga a
expresarlo públicamente. Toda una noche en vela aflora gratos recuerdos,
especialmente una reciente imagen donde estaba Manolo con su querida esposa
Teresa en la tribuna del Estadio de Gran Canaria animando al equipo para vencer
a su directo rival, y después de sufrir mucho nos marchábamos con la alegría
del triunfo en el minuto final. Como siempre me dio un caluroso abrazo y nos
besamos en nuestras mejillas, como muestra de profunda amistad y cariño, al
tiempo que le indicaba a mi hijo Carlos, que me acompañaba en ese partido
contra el Tenerife: siéntate aquí,
delante de un amigo de primera y de su guapísima esposa, mientras encuentro
el asiento que nos corresponde.
Ahora te debo decir,
que te note preocupado y reflexivo, bien por la importancia de los tres puntos
para al ascenso, o bien defensivo porque sentiste compartir el agresivo cáncer
en nuestros cuerpos. Hoy te echo en cara que no me dijeras lo que yo nunca te
oculté, porque en vez de chupar toda la energía y el ánimo que me ofrecías para
soportar el tratamiento oncológico, la hubiera administrado sin derroche alguno
para devolvértela con creces.
Ya anteriormente mi
mujer, que bien te aprecia y eternamente agradece tu experiencia y buen hacer
en los trabajos de decoración e interiorismo que ha realizado contigo en
eficiente colaboración, me alertó de la situación al verte pasar
recientemente para el apartamento de Las Canteras, te notó ausente, refugiado
en el dichoso y maldito tabaco, que como a mi nos arrancaba una siniestra y
alborotada tos. Le reste importancia por los ejercicios maratonianos que
realizabas cotidianamente y sobre todo al confirmar el estrecho apoyo que
recibías de tu hija Eva en el negocio y te permitía liberarte de las mayores
preocupaciones laborales y económicas de la insostenible y desesperante
coyuntura general.
¡Ay Manolo! Cuantas
veces he disfrutado del último día del año en tu establecimiento de Venegas,
rodeado más que de clientes y proveedores, de amigos de todo signo político y
condición, dada tu afabilidad y tolerancia democrática, atendidos por el
excelente personal de Nogal Metal y tus magníficos colaboradores. La verdad es que no supe nunca
si celebrábamos los beneficiosos obtenidos ese año por esa empresa ejemplar que
ofrece una gran calidad en sus productos a un precio ajustado, o nos adelantábamos al primer día del año para
conmemorar y felicitar tu santo con el mejor champán y caviar, a tono con tu
excelencia de servicio. No me apenó que
congelaras la fiesta al invadirnos la crisis financiera mundial, todo al
contrario te ennobleció el gesto de responsabilidad social y conciencia
solidaria para con los desposeídos de su empleo y dinero.
Seguro que donde estés
ahora en vez de estar enganchado a medicinas que no sirvieron para nada,
estarás enchufado plácida y felizmente como melómano a la música celestial del
Universo, acompañado de nuevos amigos o reencontrándote con otros familiares
que antes se marcharon. Veté organizando una tertulia eterna para hablar del
sexo de los ángeles o del inciso que quieras. ¡Te echaremos de menos, amigo de
primera, asciende en paz!
Gracias por darme de
nuevo la palabra y poder así recordarte, don Manuel Marrero Almeida.
Sentidas palabras ...de amigo a amigo. Lo siento. Abrazo
ResponderEliminarBonito adios a un amigo
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