En su último viaje a
China, mi hijo Gabriel me trajo en su equipaje de mano como un “Marco
Polo” fuera, junto con otros regalos orientales para la familia, una
enigmática caja verde, que al abrirla contenía 144 tejas de un duro aglomerado
de polvo de piedra, algo más grandes en
tamaño y por tanto más pesadas que las conocidas
fichas del dominó, grabadas con dragones, flores, estaciones, vientos, bambúes,
discos y caracteres chinos.
El presente es un juego
que conservo en mi memoria desde la infancia, ya que recuerdo que mi padre
guardaba como “oro en paño” en su
despacho, una caja de madera forrada en terciopelo que contenía fichas de
marfil reforzadas el dorso con una fina lamina
de malaquita, la cual me causaba gran curiosidad por los extraños y misteriosos
símbolos orientales. En algunas ocasiones jugué al “mahjong”, así se llama el
juego, con mis hermanos y amigos, en aquellas frías noches de invierno cuando pernoctábamos
los fines de semana en la casa del campo, a la luz de las velas, no por otra
razón que la de no haber llegado aún la electricidad en aquella zona.
El mahjong, también conocido por el gorrión, es un juego de mesa de
origen chino que por su naturaleza no conlleva actividad física pero desarrolla
grandes habilidades mentales. El mahjong lo juegan cuatro jugadores que de modo
individual forman grupos de fichas, como escaleras de números consecutivos de
un mismo palo o bien tres o cuatro fichas iguales. Para aclararlo o quizás confundirlos
más, un mahjong es una combinación de 14 fichas, distribuidas de este modo:
cuatro combinaciones cualquiera (pung, kong o chow), y una pareja de fichas
idénticas (llamadas "el par de ojos").
El juego se
desarrolla en partidas sucesivas, cada una de las cuales solamente puede ser
ganada por uno de los cuatro jugadores; antes de empezar a jugar una partida
debe acordarse el número de rondas que se van a jugar o el tiempo que va a
durar el juego. Normalmente se suelen acordar 2 o 4 rondas, y si se establece
por tiempo, 90 o 120 minutos.
Una vez situadas
boca abajo todas las fichas sobre la mesa, los jugadores procederán a
mezclarlas bien para que no queden rastros de ordenaciones anteriores. A
continuación se construirá la denominada "muralla", utilizando todas
las fichas, formada por cuatro paredes, cada una de 18 fichas de longitud y dos
fichas de altura. Todas estas fichas estarán boca abajo. Las cuatro hileras se
dispondrán como lados de un cuadrado, en el centro del cual se van dejando las
fichas que se descartan.
Repartidas las
fichas, el jugador que es viento de asiento ha quedado con 14 fichas en la
mano. Si casualmente resultase que las fichas que le han correspondido forman
mahjong lo diría de inmediato y esa partida habría finalizado; pero esto es muy
raro, así que ha de intentar ir buscando mejores fichas.
Entonces, el primer jugador descartará una de las fichas que tiene en su mano, y la pondrá sobre la mesa, boca arriba, en el espacio central bordeado por la muralla. Esto significa que ha terminado su turno, y comienza el del jugador de su derecha, el cual procederá a robar la primera ficha de la muralla (la situada a la izquierda de la brecha recién abierta), será la ficha inferior de su fila, ya que la ficha de arriba ha sido repartida. Tras robar, queda con 14 fichas, y entonces (salvo que haya formado un mahjong, con lo cual terminaría la partida), localiza una ficha que quiera descartar, lo hace, y pasa el turno, y así sucesivamente.
Entonces, el primer jugador descartará una de las fichas que tiene en su mano, y la pondrá sobre la mesa, boca arriba, en el espacio central bordeado por la muralla. Esto significa que ha terminado su turno, y comienza el del jugador de su derecha, el cual procederá a robar la primera ficha de la muralla (la situada a la izquierda de la brecha recién abierta), será la ficha inferior de su fila, ya que la ficha de arriba ha sido repartida. Tras robar, queda con 14 fichas, y entonces (salvo que haya formado un mahjong, con lo cual terminaría la partida), localiza una ficha que quiera descartar, lo hace, y pasa el turno, y así sucesivamente.
A medida que se
vaya desarrollando la partida van a irse consumiendo progresivamente las fichas
de la muralla. Generalmente la partida terminará cuando cualquiera de los
cuatro jugadores consiga colocar sus fichas haciendo mahjong. Una vez
finalizada la partida, y determinado el ganador y los perdedores, se procede al
recuento de puntos que debe recibir el primero por parte de cada uno de los
perdedores; esta operación se realiza con la ayuda de todos, ya que aunque la
rivalidad entre estos sea grande mientras compiten, es normal colaborar para
agilizar esta fase del juego, que es la más tediosa, especialmente si los
jugadores son novatos.
Las reglas que sucintamente
expongo aquí son las elementales para empezar a jugar al mahjong; sin pretender
darles una lección que no es la finalidad de este blog, tan solo les diré que existen
otras reglas, más complejas, que pueden encontrarlas fácilmente buscando en
internet, como yo también en estos días me interese para aprender lo básico de
este juego milenario.
Está claro que
el origen del mahjong, a ojos de los occidentales, le otorga al juego de cierto
exotismo, principalmente en lo que se refiere al diseño de las fichas y a la
terminología empleada, que en varios casos utiliza los términos originales
chinos. Sin embargo a mi me embarga de una cierta nostalgia, a la vez que me
sumerge en una atmósfera de paz y serenidad propia de la concentración en el juego.
Si no me has
entendido, no te preocupes será que no he sabido explicarme, o como dijo Confucio, a quien se le atribuye la invención del juego del mahjong,
“cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla”. Creo que este viejo e
instructivo juego del mahjong, que compartiré próximamente con mis tres hijos en
las tardes camperas o con quien quiera y se atreva jugar una partidita contra
un principiante, me generará sanas alegrías que se contabilizarán por victorias
acumuladas, o simplemente, por estar nuevamente juntos disfrutando un rato que me
producirá seguramente sensaciones agradables e intensas emociones, propio de
este exótico y entretenido juego de mesa.
Lo bonito de los juegos de mesa es la estrecha relación que se establece entre los participantes, compañeros, familiares o adversarios y oponentes.
ResponderEliminarInteresante siempre!
Me acuerdo de aquella caja de madera... , me temo que estas navidades no nos libramos de echar una partidita con un vinito, jajaja.
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