La mujer trabajadora

El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y es necesario resaltar el calificativo de “Trabajadora” porque el origen de este evento es recordar la lucha de las mujeres por la igualdad de los derechos laborales.

Fue en 1910 cuando las mujeres trabajadoras reunidas en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague acordaron la creación de un día especial para la mujer trabajadora. Ya en 1911, el 19 de marzo, se celebró el primer día de la mujer en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. Miles de personas exigieron el derecho al voto para las mujeres; el derecho a ocupar cargos públicos y una igualdad legal laboral. Una semana después sucedió un hecho trágico: un incendio en una fábrica textil, en Nueva York, provocó la muerte a más de un centenar de mujeres. Posteriormente en los albores de la Primera Guerra Mundial, la conmemoración de este trágico suceso se fechó en los primeros días de marzo; y fue a partir de 1975 cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU)(, con ocasión del Año Internacional de la Mujer, le otorgó una categoría oficial mundial, instituyéndolo como día “para conmemorar la lucha histórica por mejorar la vida de la mujer”. Ya en 1977 la ONU instó a los gobiernos de todos los países a conmemorar lo que se denominó “Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y de la Paz”, que ha devenido en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Con motivo de este evento, la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) lanza cada año un Manifiesto que reivindica el papel de la mujer en las cooperativas. Este año, con el lema “Reconocimiento a la mujer emprendedora como protagonista en el desarrollo económico y agente activo del cambio social de los pueblos” la ACI resalta el importante papel que las mujeres emprendedoras de las cooperativas desarrollan en sus comunidades como protagonistas del cambio social.

Observando tanto el Mensaje de la ACI como la historia que existe detrás de la conmemoración del 8 de marzo, resulta penoso que un siglo después sea preciso llamar la atención de la sociedad sobre el papel que representa la mujer en el mundo laboral. Y más aún que se tenga que señalar el valor de la mujer como emprendedora en la sociedad; que se haya de seguir demandando a los gobiernos,  leyes contra la discriminación y programas de acción que ayuden a las mujeres a salir de la pobreza. Es preciso desarrollar y aplicar firmemente políticas antidiscriminatorias para solventar con ello algunos de los problemas de desigualdad salarial y desempleo de las mujeres. Los  gobiernos pueden servir como modelos, garantizando que un mínimo de puestos de liderazgo sean ocupados por mujeres.

Este 2012 se celebra el Año Internacional de las Cooperativas, proclamado por Naciones Unidas. Por ello, la conmemoración del Día de la Mujer Trabajadora en el Año Internacional de las Cooperativas  tiene que lograr que se visibilice a las mujeres de las cooperativas de trabajo, en el ámbito estatal y en el de cada una de las Comunidades Autónomas: que se les reconozca como emprendedoras que gestionan -en igualdad de condiciones con los hombres- las cooperativas de trabajo.

Las mujeres que están presentes en las cooperativas  de trabajo de nuestro entorno, en nuestras ciudades y pueblos, representan en España el 49% de las personas que integran las cooperativas de trabajo. Son mujeres que utilizan esta forma empresarial para mantener un puesto de trabajo digno, estable, con calidad, y que les permite participar activamente en la administración de la empresa. Prácticamente un 39% de los puestos directivos de las cooperativas de trabajo están ocupados por mujeres y, para ello, han tenido acceso a la formación y la información, haciendo frente a la falta de oportunidades del mercado. Estas mujeres han eliminado las barreras que aún hoy existen para muchas mujeres con ideas y ambición; y han podido lograrlo a través de las dinámicas de actuación que las cooperativas de trabajo llevan intrínsecas.

Las mujeres cooperativistas afrontan la actual situación económica luchando por el mantenimiento de los puestos de trabajo de sus cooperativas y de los logros sociales obtenidos en estos años. Reivindican que existe otra forma de emprender -una auténtica democracia económica- en una cooperativa de trabajo donde lo significativo no es el capital sino la persona, sin importar su género sino que realice sus tareas.

Las mujeres cooperativistas reclaman para todas las mujeres actuaciones de los gobiernos, de la sociedad y de los otros interlocutores sociales, para generar medidas que -eliminando los estereotipos sociales y culturales- permitan la corresponsabilidad en los trabajos domésticos y en el cuidado y crianza de hijos, elementos que agravan la discriminación. Es preciso recordar que son las mujeres las que sufren más la precariedad laboral, y tienen que reducir sus jornadas de trabajo para poder conciliar la vida familiar con la laboral, con contratos a tiempo parcial o abandonando el mercado de trabajo. Así lo manifiestan las cifras de la tasa de paro, que en las mujeres alcanzó el 22,2% a finales del 2011, llegando hasta el 64,1% y el 40,6% en algunas franjas de edad. Por ello, se ha de facilitar que las mujeres puedan reincorporarse al mercado laboral tras la educación de sus hijos, insistiendo en que han de promoverse desde los gobiernos condiciones económicas y sociales favorables al acceso de la mujer al autoempleo colectivo, que potencien las iniciativas empresariales.

En suma, las mujeres cooperativistas persiguen un mayor equilibrio de género en las instituciones públicas y privadas para incidir en la toma de decisiones de las políticas socioeconómicas estatal y autonómica, para la construcción de un mundo mejor.

ASESCAN