miércoles, 22 de enero de 2014

Aquí vive un filósofo.


Cuando lees un libro que te ha gustado es natural que quieras leer otras obras del mismo autor y también conocer su vida, como para sintonizar o comprender mejor su pensamiento, que sin duda estará influenciado por su entorno, época y creencias sociales, y cuanto más bella y útil es su obra, más curiosidad existe en conocer a quién se debe el placer y el provecho que ha proporcionado su lectura. Esto es la que me ha llegado a indagar en la vida de Pitágoras, del que sólo conocía su famoso teorema matemático, hasta que cayó en mis manos un libro escrito por Amadeo Dacier (1657- 1722) que se titula "Pitágoras", y subtitula "Las Revelaciones de sus Símbolos Ocultos y los Versos Dorados". El libro de la Editorial Humanitas, lo había intentado leer en otras ocasiones, una vez en el avión durante un viaje lejano para pasar el tiempo entretenido, otra en una Semana Santa con el tiempo malo. Por su complejidad y profundidad no hubo forma de pasar de las 16 páginas de introducción que le hace del "Pitagorismo". Pero ahora con mayor paciencia y perseverancia logré pasar del primer capítulo y me envolví en la peregrina e intensa vida de Pitágoras en el capítulo II, que ya es más fácil y sencillo de seguir.


Pitágoras nace en el 570 a. C. proveniente del Asia menor (Isla de Samos). Luego más tarde se traslada a Crotona al ser desterrado por Polícrates de Samos. Se le atribuyen varios viajes a oriente, entre otros a Persia, donde hubo de conocer al mago Zoroastro. De los egipcios heredó la Geometría y el arte de la adivinación; de los fenicios aprendió la aritmética y el cálculo; y de los caldeos la investigación de los astros. Además obtuvo una gran formación y disciplina de los sacerdotes egipcios.

Hoy no voy a roer mi corazón, ni afligirme o consumirme en el disgusto de un artículo enrevesado entregándome a la melancolía. Sólo copiaré e interpretaré ideas sabias, ideas inexplicables aún, o mejor será empezar, con una entretenida e instructiva anécdota que expondré a continuación:

Atravesando el Peloponeso, Pitágoras se detuvo en Flíos, donde reinaba Leonte. En las conversaciones que sostuvo el rey con Pitágoras, este le dijo tan grandes cosas, y le habló con tanta elocuencia y sabiduría que Leonte le preguntó qué arte profesaba. Pitágoras le respondió que no tenía ninguno, que solamente era filósofo. El rey quedó sorprendido por la novedad de esta palabra que jamás había oído, pues Pitágoras, disgustado por la arrogancia del título que a sí mismos se daban antes que él los de esta profesión, llamándose sabios, y sabiendo que no hay sabio más que Dios, cambió este nombre soberbio en un nombre más humilde y más dulce, llamándose filósofo, es decir "amador de la sabiduría".
Leonte insistió con una nueva pregunta: ¿Que diferencia hay entre un filósofo y los demás hombres?
Pitágoras le respondió: que esta vida podía compararse a la célebre asamblea que se verificaba cada cuatro años en Olimpia para la solemnidad de los juegos, pues como en ella, por los ejercicios se busca la gloria y las coronas, en ésta por la compra o la venta de diversas mercancías se busca la ganancia, pero hay otros más nobles que estos que no vayan por la ganancia, ni los aplausos, sino sólo por gozar del maravilloso espectáculo y ver y conocer lo que más allá pasa; así también nosotros, abandonando nuestra patria, que es el cielo, venimos a este mundo como a una asamblea. Allí, unos  trabajan por la gloria, otros por el provecho, y no hay sino un número reducido, que desposeyéndose de la avaricia y la vanidad, estudian la naturaleza.  estos últimos, añadió, son los que yo llamo filósofos. Y como en la solemnidad de los juegos no hay nada más noble que ser espectador sin algún interés, igualmente en esta vida, la contemplación y el conocimiento de la naturaleza son infinitamente más considerables que todas los demás aplicaciones. Y concluyó que el hombre ha sido creado para conocer y contemplar.


Los símbolos son sentencias cortas que, como los enigmas, bajo el velo de términos sencillos y naturales, presentan al entendimiento las verdades analógicas que se quieren enseñar. Convenciéndole a Pitágoras usarlos, los usó a ejemplo de los egipcios, que procuraban enseñar su doctrina sin ocultarla, pero sin divulgarla tampoco.
He aquí una muestra de los símbolos de Pitágoras, con una breve interpretación:

AYUDAD A LOS HOMBRES A CARGAR Y NO A DESCARGARSE.
~ Quiere decir que es menester no ayudar a los hombres a vivar en la pereza y en la molicie, sino a pasar su vida en los trabajos y en los ejercicios de la verdad, imponerles reglas más laboriosas y más penosas a medida que avanzan en las vías de la perfección.

TENED SIEMPRE PRESTO EL EQUIPAJE
~ Es decir, es menester hallarse preparados para todo lo que la fortuna quiera depararnos; y no tener nada que nos detenga cuando suene nuestra última hora.

NO COMÁIS LOS SESOS
~ Es decir, no abruméis vuestra mente con un trabajo excesivo que lo abata y agote, dadle descanso.

Aquí vive un filósofo. No me preguntes que hora es, no la sé y poco me interesa, déjame imbuido en mis pensamientos sin apresurarme, déjame que las verdades dormidas reposen en un sueño invernal, déjame seguir por este río sin cauce ni retorno. En ese momento me llamaron a almorzar, leí el borrador, y me dije: anda prepárate tu mismo el zumo de tunos indios, aunque ayer me clave un montón de púas al pelarlos, y eso por no mandarme  a freír espárragos, por no saberlos cocinar. La verdad es que llevo una cruz conmigo, que algunas veces pienso que me dejará en la cuesta de mi calvario filosófico. Lo malo, es que luego me falté el aliento para alabar sus enseñanzas y plegarias con mi filosofía prosaica y algo contemplativa.
¡Siempre nos quedará Pitágoras! Y volveré con él.
Ahora como reza en mi camiseta: vete a tomar …. conciencia.




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