miércoles, 18 de junio de 2014

Manuel Marrero, asciende a Primera.


Nunca jugué al fútbol con Manolo, pero durante más de 25 años en nuestra tertulia mensual me demostró su entrega y generosidad con el equipo. Nunca nos dejó en la estacada y sus amigos sabían que su portería estaba siempre bien guardada y segura.
En la mañana del martes, 17 de junio, varios mensajes de amigos comunes me anuncian su fallecimiento y el deseo de la familia de un sepelio en la más absoluta intimidad, lo cual por supuesto respeto, sin embargo mi mente incontrolable quedó anclada en los últimos momentos que conté con su presencia y me obliga a expresarlo públicamente. Toda una noche en vela aflora gratos recuerdos, especialmente una reciente imagen donde estaba Manolo con su querida esposa Teresa en la tribuna del Estadio de Gran Canaria animando al equipo para vencer a su directo rival, y después de sufrir mucho nos marchábamos con la alegría del triunfo en el minuto final. Como siempre me dio un caluroso abrazo y nos besamos en nuestras mejillas, como muestra de profunda amistad y cariño, al tiempo que le indicaba a mi hijo Carlos, que me acompañaba en ese partido contra el Tenerife: siéntate aquí, delante de un amigo de primera y de su guapísima esposa, mientras encuentro el  asiento que nos corresponde.
Ahora te debo decir, que te note preocupado y reflexivo, bien por la importancia de los tres puntos para al ascenso, o bien defensivo porque sentiste compartir el agresivo cáncer en nuestros cuerpos. Hoy te echo en cara que no me dijeras lo que yo nunca te oculté, porque en vez de chupar toda la energía y el ánimo que me ofrecías para soportar el tratamiento oncológico, la hubiera administrado sin derroche alguno para devolvértela con creces.
Ya anteriormente mi mujer, que bien te aprecia y eternamente agradece tu experiencia y buen hacer en los trabajos de decoración e interiorismo que ha realizado contigo en eficiente colaboración, me alertó de la situación al verte pasar recientemente para el apartamento de Las Canteras, te notó ausente, refugiado en el dichoso y maldito tabaco, que como a mi nos arrancaba una siniestra y alborotada tos. Le reste importancia por los ejercicios maratonianos que realizabas cotidianamente y sobre todo al confirmar el estrecho apoyo que recibías de tu hija Eva en el negocio y te permitía liberarte de las mayores preocupaciones laborales y económicas de la insostenible y desesperante coyuntura general.
¡Ay Manolo! Cuantas veces he disfrutado del último día del año en tu establecimiento de Venegas, rodeado más que de clientes y proveedores, de amigos de todo signo político y condición, dada tu afabilidad y tolerancia democrática, atendidos por el excelente personal de Nogal Metal y tus magníficos  colaboradores. La verdad es que no supe nunca si celebrábamos los beneficiosos obtenidos ese año por esa empresa ejemplar que ofrece una gran calidad en sus productos a un precio ajustado, o nos  adelantábamos al primer día del año para conmemorar y felicitar tu santo con el mejor champán y caviar, a tono con tu excelencia de servicio.  No me apenó que congelaras la fiesta al invadirnos la crisis financiera mundial, todo al contrario te ennobleció el gesto de responsabilidad social y conciencia solidaria para con los desposeídos de su empleo y dinero.
Seguro que donde estés ahora en vez de estar enganchado a medicinas que no sirvieron para nada, estarás enchufado plácida y felizmente como melómano a la música celestial del Universo, acompañado de nuevos amigos o reencontrándote con otros familiares que antes se marcharon. Veté organizando una tertulia eterna para hablar del sexo de los ángeles o del inciso que quieras. ¡Te echaremos de menos, amigo de primera, asciende en paz!
Gracias por darme de nuevo la palabra y poder así recordarte, don Manuel Marrero Almeida.

                        

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