Dice el Dicho popular:
“ANDA, QUE TE ESTAS QUEDANDO
COMO EL GALLO DE MORÓN, SIN PLUMAS Y CACAREANDO EN LA MEJOR OCASIÓN”.
Cuentan las antiguas crónicas que, allá por los
años de mil quinientos, el pueblo de Morón se encontraba dividido en dos
bandos, cada uno capitaneado por sus respectivos alcaldes.
Era tal la
rivalidad existente entre ellos que cualquier problema, por simple que fuera,
se convertía en una cuestión de fuerza y poder, por lo que continuamente la
tranquilidad y sosiego del pueblo se veía rota por estos apasionados
enfrentamientos.
Se afirma que, cuando se trataban temas relacionados con los
nombramientos de las nuevas autoridades locales, las disputas tomaban entonces
tintes de motín, por lo que su repercusión llegaba hasta la capital, donde se
consideraba a Morón como uno de los pueblos más rebeldes y difíciles de
gobernar de todo el reino.
Es más, la Chancillería de Sevilla y de Granada, y
aun la misma Corte de Madrid, insisten los cronistas, estaban asombrados ante
los asuntos de Morón, pues no sabían qué hacer, ya que aunque mandaran jueces
imparciales, las dos facciones, usando todas las artimañas, trucos y trampas
posibles no los reconocían, ya que afirmaban que el orgullo de Morón no admitía
ningún arbitraje ajeno, aunque éste viniese respaldado por el más alto
tribunal.
Pero como estas divergencias y rencores, en lugar de apagarse cada
vez eran más y más hondas, a la Chancillería de Granada no le quedó otro
remedio que volver a intervenir en los asuntos de Morón.
Así, en la primavera
de 1597 mandó a Morón al doctor Juan Esquivel ( Audiencia Regional de Andalucía
) que, a tenor de las crónicas, tenía pocas luces amén de un carácter fuerte y
poco tratable. Además, se dirigía de forma grosera a los señores de Morón, a
quienes provocaba diciendo, entre otras cosas, que donde él estuviera no había
más gallo que él, razón por la que los lugareños le comenzaron a llamar el
“Gallo de Morón”.
Cansado todo el pueblo de Morón de sus tonterías y
palabrerías, así como de sus insultos y provocaciones, motivó que los grandes
señores de la villa se reuniesen para vengarse de todo lo que estaba diciendo y
haciendo.
De este modo, una noche con engaños fue sacado sigilosamente al
Camino de Canillas el doctor Esquivel, donde le desnudaron de todas sus ropas
y, dándole una paliza con varas de acebuche, le “invitaron amablemente” a
marcharse con la condición de que si volvía a presentarse, lo pasaría mucho
peor, ya que no lo contaría más.
Desde ese día, en las calles de Morón se
canta una coplilla que recuerda a todo el mundo este suceso, y que dice así:
Anda que te vas quedando
como el Gallo de Morón,
sin
plumas y cacareando
en la mejor ocasión.
FUENTE: GARCÍA LÓPEZ, JUAN JOSÉ “ La leyenda del Gallo de
Morón ”, Morón de la Frontera. Editado por la Fundación Fernando Villalón, 2001
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