viernes, 1 de junio de 2012

Hermes e Hiram


Muchos han sido los eruditos que han acreditado a Hermes Trimegistos como el maestro inspirado, que instruyó a los sacerdotes y gobernantes egipcios, y han notado que este Hermes fue realmente idéntico a  Toht, Taut o Mercurio, con mayor parecido a un dios que a un hombre. Si al nombre de HERMES le quitamos el sufijo ES y formamos con las consonantes H-R-M, la palabra que nos queda en caldeo, griego o latín, se observará una analogía o coincidencia entre HERMES e HIRAM, piedra angular de la francmasonería, un sistema teosófico simbólico que reconstruye una porción importante de los misterios antiguos.


Todos estos misterios eran iniciaciones, o formas de instrucción esotérica relacionado con el conocimiento de los poderes divinos y su conexión con el hombre y la fuerza divina que lo inspira. Su primer libro, de los diecisiete tratados atribuidos a Hermes Trimegistos, comienza con esta instrucción del "Divino Poimandres a Hermes el Sabio, en su capacidad de maestro divino para los alumnos humanos", que no me privaré aquí de exponerlo:

1.    Oh Hijo mío, escribo este primer libro por Humanidad y Piedad hacia Dios.
2.    En él ninguna religión puede ser más verdadera o justa para el saber de las cosa que existen; y el reconocimiento de las gracias por todas las cosas que ha hecho y que continua haciendo.
3.    ¿Qué debe hacer entonces un hombre, Oh Padre, para llevar bien su vida, viendo que no hay aquí nada verdadero?
4.    Se pío y religioso, Oh Hijo, porque para ello te ha hecho él, que es el mejor y más capaz filósofo; y sin la filosofía, es imposible vivir y lograr la verdadera piedad o religión.

¡Ahora!, si quieres saber como crea Dios y como alcanzan el ser las cosas creadas, puedes saciar tu ansia siguiendo hasta el fin del libro decimoséptimo, con una comparación muy hermosa: “….. semejante a un labrador que esparce sus semillas y planta sus árboles, del mismo modo que Dios siembra en el cielo la inmortalidad, sobre la tierra el movimiento, en todo: la vida y el movimiento.

Los principios, que no son muy numerosos, sino que son siete y fáciles de contar (lo trate anteriormente en el "El Kybalion"), junto con Dios mismo, y la naturaleza creada, todos ellos, constituyen la totalidad de lo que existe. Con esto persigo tan sólo despertar la curiosidad para ojear de nuevo mi blog Gabrielando o adquirir  El Divino Poimandres de Hermes en XVII libros, de la colección hermética de la Editorial Humanitas, ¡que nadie se asuste! tiene únicamente 176 páginas.

Si bien algún autor con su original presunción y concepto de los Doce Salvadores, sitúa a Hermes como el sexto Mesías y le asigna la era de los 1800 a. C., voy a continuación a reconocer a continuación, otro H-R-M,  su nombre: HIRAM, no menos admirado que el anterior, fue, es y será, maestro de verdades divinas, el arquitecto del templo de Salomón, el constructor de la fraternidad universal. Muy poco se conoce de ambos, no poseemos datos fidedignos, ni datos históricos determinantes, pero su sabiduría ha sido transmitida y perdurable fielmente hasta nuestros días gracias a sus maestros, compañeros  y aprendices, guardianes de la denominada Verdadera Luz.

De los tres personajes que con el nombre de HIRAM son evocados en la Biblia, el que los masones consideran Maestro de los Maestros era un hombre de Tiro, que Hiram (rey de Tiro) envía por afecto a Salomón, un artista en quién habitaba el espíritu de sabiduría; hijo de una mujer de Neftalí y de un trabajador de latón llamado Ur (fuego) de nombre HIRAM (que significa vida eterna) y llamado por deferencia Abif, que quiere decir padre mío. Maestro masón experto en el trabajo de la fundición; así  como esculpir toda clase de figuras y sacar toda clase de diseño que se le propusiere, y estar con los hombres y peritos. Poseía un saber y una generosidad extremas, como bien recoge las Sagradas Escrituras.

 Su historia, estrechamente unida a la construcción del Templo de Salomón, podemos encontrarla con mayor lujo de detalle en las Escrituras, y no es necesario transcribirla más ahora aquí, porque  abordaré tan solo sucintamente su leyenda, que narra como, a punto ya de ser terminadas las obras del Templo de Jerusalén, tres compañeros que veían ya difícil poder ser admitidos en los secretos de la maestría, decidieron obtenerlos por la fuerza. Apostados cada uno en una puerta del templo, conminaron por turno a Hiram para que éste desvelara sus secretos. El Maestro respondió a cada uno de ellos que no obtendrían su palabra con amenazas, a lo que ellos le fueron asestando golpes con una regla, con una escuadra, y con un mazo sobre la frente que lo hiere de muerte. Después de comprobar que ninguno había conseguido la palabra del Maestro, se desesperaron y escondieron el cuerpo, inhumándolo por la noche cerca de un bosque, plantando sobre su tumba una rama de acacia, que en la masonería representa la inmortalidad del espíritu, la inocencia, la incorruptibilidad de todo pensamiento puro dominado por el sentido de la Eternidad. Igualmente la leyenda narra la búsqueda de su cuerpo por sus desconsolados adeptos, el descubrimiento de la acacia por ser la planta que ha crecido y delata la tumba, escondida por los asesinos del Maestro Hiram, y finalmente su resurrección en cada uno de los hermanos elevados a la dignidad de maestro.

Hiram es para los francmasones la representación del Gran Maestro, del cual celebran su muerte y resurrección, al igual que lo es Cristo para los cristianos. Emblema del Sol, el cual aparentemente muere y resucita en cada ciclo, y representa la lucha constante y universal entre el bien y el mal, entre las pasiones y la ley divina. Hiram es el héroe, el iniciado que por aceptar su sacrificio accede al estado de liberación, desde el que podrá obrar para la causa supra individual a la cual se ha consagrado.


Este mito iniciático relaciona en cierta forma la masonería con los sistemas iniciáticos de Fenicia, Judea y Egipto, y calculando el tiempo en que el Sol entraba en los signos que representan los asesinos en los meses de otoño, estudiosos astrónomos sitúan la leyenda en torno al 1500 a.C., coincidiendo efectivamente con la época que le asigna la Biblia al rey Salomón.

No tengo suficiente luz todavía para divulgar la palabra de HIRAM y tal vez tampoco sea este blog el lugar para hacerlo. Reflexionaré sobre ello para tratar con mayor profundidad el tema en un futuro, a través de la huella que dejaron en la masonería, en la que muchos símbolos rituales ha dedicado el tercer grado para rememorar sus enseñanzas. Por ello, a un Maestro masón cuando se le interroga sobre su identidad, responde: mi nombre es Acacia.

Tan solo acabaré lo que creo, pienso, o sé, sin siquiera haber empezado: con un deseo y una esperanza. El deseo que HERMES nos considere lo suficiente "pío y religioso" para comprender su palabra,  en el tiempo prescrito, en lugar adecuado, como recojo del principio; la esperanza de ser capaz con la "fuerza, belleza y sabiduría" requerida, para que HIRAM  comparta fraternalmente la palabra con todos los que así también lo deseen y lo merezcan. Con la debida perseverancia, y ya que el instruido en los misterios herméticos, es un hombre regenerado que no vive sólo para sí, sino para todo el género humano, tendremos en próxima ocasión, el comenzar como ahora acabo: La acacia me es conocida, que significa: he estado en la tumba, he triunfado en ella levantándome de los muertos y, estando regenerado, he ganado la inmortalidad.


3 comentarios:

  1. En tu entrada hay dos frases que podrían explicar el interés sobre Hermes e Hiram y que implican una búsqueda más allá de lo que se ve:
    "el conocimiento de los poderes divinos y su conexión con el hombre y la fuerza divina que lo inspira"
    "Como crea Dios y como alcanzan el “ser” las cosas creadas"
    Y todo impregnado en un halo de misterio y de leyenda.
    ¡Me ha encantado!

    ResponderEliminar
  2. Cuidado con el encantamiento porque te conduce a la muerte, pero puedes ganar con empeño la inmortalidad de la fraternidad. Y de que sirve eso después de la muerte, me dijo uno; más no le respondí al muerto. Me acabo de tomar un "mojito" en la playa chica y me ha sentado bien. ¡Menos que tu comentario!

    ResponderEliminar
  3. -Oh Padre,¿Qué debe hacer entonces un hijo para llevar bien su vida, viendo que no hay aquí nada verdadero?
    -Se pío y religioso, Oh Hijo, en tu invernadero.
    -Muy bueno oh Padre, en mi templo seguiré tus movimientos con mi pensamiento.

    Nan

    ResponderEliminar