En un mar de comentarios
entre amigas y amigos de mi cuenta de Facebook a raíz de una alusión poco
afortunada por mi parte sobre "Lolita Pluma", -a la cual quiere
levantar a las alturas dentro de un parterre del Parque de Santa Catalina el
Alcalde Cardona en el plan de remodelación del Puerto- surgieron
espontáneamente dos personajes que andaban desmemoriados en la noble y leal
ciudad de Las Palmas de Gran Canaria: "Andrés el ratón" y "La
Perejila". Tal fue el mal entendido, que debo aclararlo: se creyó que le
negaba mayor reconocimiento a esta
extraña y peculiar figura de
"Lolita Pluma" que marcó en mi vida una página entrañable y a la vez
imborrable en los recuerdos de mi infancia porteña. ¡Todo al contrario!
pretendía que su presencia en la entrada principal del Puerto fuera percibida
por los que nos visitan, tal y como era ella misma: un personaje de singular
bohemia, libre de prejuicios, presumida en su vestimenta y adornos, orgullosa y algo ordinaria con su gente, desconfiada y cercana con los turistas. Su altar era el
cosmopolita parque en un ir y venir continuo -a ras del suelo- para atender a
sus animales: fueran perros pardos, gatos negros o palomas blancas; sin
ataduras a un noray del muelle ni anclajes a un bloque de hormigón para su
defensa ya que su único refugio fue las altivas palmeras y los onerosos
cambulloneros. Por ello decía y digo, que no necesitaba un pedestal para
homenajearla, que la quiero a mi lado para achucharla cariñosamente, aunque
siempre con el miedo a que no se molestara al robarle una foto de su pintoresca
y extravagante belleza sin pagar peaje.
Si bien no quiero
mezclar una con la otra (Lolita y Agustina), aprovecho la ocasión para rendir
tributo al ingenio transgresor de estos "tipos" singulares que tienen
todos los lugares del mundo en todos los tiempos y sin embargo diferentes en
sus comportamientos y genialidades que llenan de vida el cotidiano paisaje
transformando lo urbano en humano.
Quizás sea justo poner
de ejemplo aquí a una señoril figura que el cronista Néstor Álamo califica como
"nuestra inmortal poetisa", mal llamada "La Perejila", como
así consta en su prólogo de la tercera edición
ampliada y perversamente corregida
del libro: "Poesía" de Agustina González y Romero, publicado
en 1983 a instancia del alcalde Juan Rodríguez Doreste que recogió la idea de
otra sugerida en 1978 por el concejal de cultura, don Enrique Blanco Torrent,
para celebrar el 500 aniversario de la Ciudad.
¡La edición está
actualmente agotada! María Teresa logró adquirirla tras mucha dedicación y esfuerzo esta joya literaria, la cual me prestó no sin advertirme previamente de su gran valor y su custodia siempre sujeta a su propia vigilancia para que no se la estropeara. Lo primero que hice fue buscar un
poema que por José Miguel Alzola de su libro sobre la calle
"La Peregrina" sabía le había dedicado “La Perejila” a mi bisabuelo paterno don
Nicolás Navarro y Sortino, un comerciante muy querido por su honradez,
filantropía y religiosidad. De querer confirmar lo dicho copio la décima
satírica que le dedicó al galán según fama, tan bien surtido, dadivoso y
vulnerable a los sablazos, que se vio rebautizado por el calificativo de
"Poliuto" (según notas de Néstor Álamo). Así lo asaltó “La Perejila”:
mi amigo Don Nicolás:
el decirle está de más
que me veo en un apuro.
Esto, para mí, lo juro
que son cosas muy
fatales
conque se aumentan mis
males,
y hoy, octubre veinte y
uno,
no tiene dinero alguno
Agustina de González.
Después de leerlo me
tranquilizó el que no fuera uno de los incontables improperios de los que solía
profesar de forma agresiva y burlesca, ocurrente
y de vocabulario desvergonzado -al menos para su época- doña Agustina a los que se metían con ella
al gritarle "La Perejila", o aquellas sátiras endiabladas a su tío
Mariano Romero y Magdaleno, y a su sobrino-primo Pablo Romero y Palomino (su
enemigo mortal) culpable de todos sus males y que la ninguneó en el reparto de
la cuantiosa herencia de su abuelo materno. Sus poemas van desde la sátira
cruda, acertada e insolente, a los serios con atisbos religiosos o de rendida
humildad para pedir apoyo ante su precaria situación económica. Pero donde
demuestra sus calidades de desenfado valiente es cuando habla llanamente,
cuando se dirige a su pueblo; y hasta el propio Néstor Álamo piropeaba.
La romántica y bohemia
doña Agustina nace en el seno de una familia acomodada y pujos de hidalguía el
20 de agosto de 1820; hija del chicharrero Manuel González González y de
Francisca Romero y Magdaleno, de alias "Frascorrita". Supongo que
muchas damas y caballeros -contemporáneos que no fueran de su gusto- debieron
descansar al conocer que aquel "flagelo de mentecatos y malcriadas"
había dejado de ser el 4 de diciembre de 1897. Murió arruinada y sola en el
Asilo de los Desamparados donde repudiada por su familia vivió sus últimos días
de la caridad pública, pero sin dejar de ejercitar su yo orgulloso y rotundo,
ni rendir la noble testa más que ante Dios.
En su instante más
postrero - dice Néstor Álamo- nuestra "Perejila" pudo permitirse con
dignidad suprema aquel tradicional
-¡imponente!- volverse hacia la pared y lanzar al mundo que dejaba aquella
despedida final:
- ¡A la mierda, abanico,
que corre fresco!
No lo hizo, pero dejó
estos ripios que recopilo como muestra de su vasto repertorio:
A los "monigotes"
de San Agustín que le gritaban ¡Perejila!
¿Perejila?
En sus bocas mierda
estila,
monigotes corrompidos,
groseros y malcriados.
¡Huélanme este culo mío
que lo tengo bien
cagado!
A otra que le gritó
¡Perejila!
¿Perejila?
En tu boca mierda
estila,
hija de padre cabrón:
Ya se te cayó la flor,
pronto te vendrá la
fruta,
que sí ahora eres tan
puta
¿qué será cuando mayor?
A otro que le gritó
¡Perejila!
¿Es el cabrón de tu
padre
quién te lo mandó decir?
-¿Es tu padre, el
puñetero?
Dile que anda más cagado
que el palo de un
gallinero,
y que perejil es hierba
que no se da en los
chiqueros
-El cabroncillo
arritranco,
como en China un
mandarín
sopla alegre con el ano
la trompa y el cornetín.
A otra más ...
El perejil es muy bueno
Pues sirve hasta para
sopa,
y tú, gran puta podrida,
has de ser del
"Seis de Copas"*
*Celebre casa de
lenocinio en Vegueta que tenía en la fachada seis huecos iguales.
Un "viento"
A Magdalena, la hermosa,
un viento se le escapó
y Serafín pregunto:
-¿Qué fue eso,
Magdalena?
-¡Ay, Serafín!, no lo
sé;
un aire fétido fue
de las regiones
mierderas,
que como son tan ligeras
se me escapó para
usté...
No se queden con las
ganas de saber de donde le vino el nombrete a doña Agustina: don Isidoro Romero
Ceballos (abuelo de Agustina), arrogante Capitán y Bachiller -insoportable por
chinchoso- que no admitía a la vera de
sus hijas galanes de baja cuna, cosa que jeringaba mucho a las doncellas,
Frascorrita y Pinito, deciden burlar la vigilancia paterna; lo consiguen en
conchabo con las mozas de servicio; dice Frascorrita (madre de Agustina):
-Mira Sionilla, si tú
vez que pasa por ahí el novio de "Sita Pino" vas y dices: mi ama, por
ahí pasa “cilantro”, ¿quiere su mercé...? Y si el que pasa es el mío dices tú,
"Sita Frascorrita" por ahí pasa
“perejil”: ¿quiere?
Tanto fue el viene por
ahí "el perejil" o el va por
allá "el perejil", que el mote se quedó para siempre con don Manuel González (padre de Agustina) y
por extensión todos los suyos después. Un apodo que es utilizado hoy
frecuentemente por historiadores y escritores para referirse a una época de oro
de la cultura palmense: en aquellos tiempos de "La Perejila".
Dejo para otra ocasión
contarle a mis parientes y amigos algo más sobre "Poliuto" y de otras
"cosas de los romeros" como dicen allá por Teror.
Y termino ya con “La
Perejila”:
"¡Vaya, vaya! ¡Vaya, vaya!
El mundo se va a acabar
¿Dónde se han visto ocho perros
cuidando la Catedral?"
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