sábado, 22 de septiembre de 2012

Un viaje divino


No es la primera vez que trato este tema en mi blog, y espero no sea la última, ya que despierta en mi la curiosidad de descubrir  enigmas y fabulosas leyendas que se encuentran encerradas en los misteriosos castillos y cuevas de una región repleta de historias rodeadas de un cierto  hermetismo, prohibidas y perseguidas hasta la muerte. Tanto es así que yo mismo he guardado un tesoro en un ruinoso lugar, pero lleno de vibraciones magnéticas y fuerzas energéticas, que tan solo es conocido por los elegidos acompañantes y el cual será revelado en su momento a  otros buscadores cuando estén preparados para ser poseedores del secreto escondido en las murallas del Castillo de Montsegur.


No es un viaje a la herejía en medio de los más bellos castillos, paisajes y viñedos, ni un retroceder muchos siglos atrás para contemplar simplemente una fascinante mirada de tiempos pasados, sino de un encuentro con la naturaleza más próxima a la divinidad, a una de las puertas  que permiten el paso a la transformación personal. Toda esta región del sur de Francia entró en efervescencia turística desde la publicación del Código da Vinci de Dan Brown que continuaría después con una serie de libros y películas basados en documentos poco conocidos y antiguas leyendas reescritas sobre caballeros templarios, los masones y muy especialmente en esta zona del Languedoc de las “herejías” cátaras vinculadas a María Magdalena, Juan Bautista y a los primitivos cristianos.
Hacer la ruta de los países cátaros solamente por el paisaje, gastronomía y la generosa belleza de la naturaleza, ya valdría la pena, si a eso le añadimos sus castillos, catedrales y caserones, muchos considerados patrimonio de la humanidad, sería suficiente el motivo, pero si encima añadimos la carga espiritual que se conserva entre sus ruinas y cuevas, lo hacen merecedoras de ser un camino obligatorio para cualquier viajero que aprecie la excelencia de un viaje iniciático y divino.
Esta vez, vía Barcelona, muy bien acompañado por “el deseado” hijo Carlos (de mayor siempre ocupado y desde su nacimiento permanentemente deseado), interesado en encontrar respuestas para  cosas de aquí y del más allá, y por el siempre dispuesto “aprendiz” Alejandro, maletero-sobrino, habitual cómplice de mis curiosas o caprichosas prospecciones, nos adentramos con un coche negro de alquiler (seguido de cerca por otro coche blanco de escoba -y menos cilindrada- con dos escoltas “independentistas en tierras catalanas” que permanecen ajenas a nuestra trayectoria profana) por el paso de Puigcerdà en el Parc Naturel Régional des Pyrénées Catalanes de enorme riqueza patrimonial tanto por su flora y fauna como por sus instalaciones científicas, para luego pernoctar en una de las cabañas de madera -que no era de madera- en la estación vacacional de Ax-les-Termes, nuestro campamento base, donde ya en 1260, el conde de Foix construyó un hospital para leprosos, y hoy en día, sus tres balnearios son altamente reconocidos por el tratamiento del reumatismo y el tratamiento de las vías respiratorias. Dispone además de un centro termo-lúdico, los Baños de Couloubret, que ofrece bienestar y descanso en un ambiente que recuerda a la antigua Roma, y tan bien nos vino para relajarnos después de las agotadoras jornadas turísticas.

Al siguiente día, bien temprano cogimos camino a uno de esos lugares extraños que motiva el viaje: Rennes-le-Château, es un pueblo que aún no ha revelado sus misterios, situado sobre una colina en el corazón de la Haute Vallèe de l’Aude. Allí descubrimos con la mejor guía que pudiéramos tener, una gran experta en la materia que nos acompaña en la sombra y no quiere siquiera ser nombrada en el relato, visitamos la Villa Bethania con su torrre Magdala y la enigmática iglesia de la Domaine de l’Abbe Sauniêre con María Magdalena, donde en la antigua rectoría, hoy museo, nos relataron  la increíble historia de Berenger Sauniere, cura de un pueblo humilde que cambio para siempre el destino de esta pequeña localidad sin historia. Se dice que había descubierto un tesoro …, para tanto no es la cosa le pareció a Carlos ...., la iglesia de Valsequillo es mejor ..., y el cura…?
En realidad no debería descartarse ninguna leyenda o tradición verbal en una región donde durante siglos, expresar lo que se pensaba podía resultar quemante. Puede ser que los cátaros no fueran los herederos de algún secreto o tesoro de los inicios del cristianismo, suficiente para hacerlos nadar en la abundancia, pero sus iglesias, castillos y ciudadelas eran un enorme despliegue de riquezas y potencialmente capaces de provocar envidias mortales, más allá de esa cuestión de si Jesús tuvo esposa y descendencia.

Si bueno fue el día anterior, este fue la pasada, totalmente luminoso y transparente, temperatura agradable, hermoso cielo azul; hasta los lugareños acostumbrados al frío otoñal, comentaban sorprendidos que a mitad de septiembre pocas veces habían gozado de un día tan espléndido como este. Las terrazas estaban repletas de princesas cátaras al sol y de moteros Harley-Davidson en el weekend. El desayuno al aire libre, el crujiente croissant, el pan de carne y queso gruyere, reconforta y da la necesaria energía al cuerpo para empezar la amplia jornada que nos esperaba.
Nada mejor para aprovechar la mañana que visitar el excelente parque temático de la prehistoria que se encuentra en Tarascon; nos sirvió para interpretar lo que después veríamos a la tarde en la cueva de Lombrives, la más amplia de Europa, también llamada la cueva de los acorralados, ya que fue refugio de todos los que han sido perseguidos: cátaros, templarios, francmasones, etc.; así como lo representado en la gruta de Niaux, para mejor valorar con conocimiento científico el arte rupestre en las numerosas pinturas de bisontes, cabras y caballos que se encuentran en su interior y admirar las  filigranas realizadas por los magdalenienses hace más de diez mil años, que aún hoy en día es fuente de inspiración del arte contemporáneo. Ojo, para entrar en la cueva de Niaux reserven con tiempo, nosotros lo hicimos el día anterior, ya que solo hacen visitas guiadas de veinte personas cada dos horas, y tiene según la época turística una fuerte demanda de visitantes. Menos mal que lo escribo y no lo pronuncio, porque mi francés me dejaría en ridículo y sería de nuevo causa de risa permanente para mis compañeros de viaje.

Después de una beneficiosa noche de póker (9 euros) con estos pardillos en  la  cabaña (siempre pierde el que más sabe), amanece un nuevo día nublado (luego despejó) que no nos quita el ánimo de levantarse para no perder el poco tiempo que disponíamos para lograr el segundo reto del viaje: subir al castillo de Montsegur; no era cuestión de quemar en la hoguera a los nuevos herejes sino de quemar la grasa de las chuletas de cerdo que nos comimos la noche anterior y la que se deposita, día a día, en mi abultada barriga cervecera con una escalada a la cima de la abrupta y escarpada montaña de Montsegur a través de un sendero que con bastante esfuerzo superé con la lengua fuera y escandalosos resoplidos  que buscaban desesperadamente el aire que me faltaba. Bastantes paraditas para disfrutar de la vista... y para coger resuello y disminuir los riesgos de infarto. Paso a paso, recordaba que peor fue la cruzada contra los albigenses, todo un derroche de crueldad por una cuestión de doctrina; al tiempo, disfrutaba el colorido de un paisaje que ofrece la gran variedad de arboles y la diversidad de cultivos agrícolas; el gratificante descanso entre las ruinas de la fortificación que fortalece el alma con su energía; el entusiasmo por alcanzar la cima sería el premio a la perseverancia de vencer un miedo y de cumplir lo soñado.
Y ahí está, ahí está, la muralla del más allá … Cruzamos la puerta unidos y al paso, con los brazos entrelazados a mis dos columnas (hijo y sobrino) al son de un alegre canto triunfal. Una fortaleza sin techo, cubierto por el mejor cielo al cambiar el tiempo, fue una insuperable tentación  en mi primera instancia, cinco años antes, el guardar entre las hileras de piedras de la muralla una moneda, pensando en que mi nieto la recuperaría algún día y recordaría por un instante a su abuelo, aquel que le contaba un cuento sobre un tesoro escondido en el Castillo de Montsegur por tres cátaros, que  posee la fuerza, la belleza y la sabiduría de los hombres  y mujeres reconocidos como puros y perfectos: el santo grial.
Nunca podré pagar a mis bastones humanos, el ánimo desbordante, la  amena música, la ilusión compartida, pero sobre todo como recompensar el sufrimiento de verme al borde de la fatiga con el disimulo de una preocupada sonrisa. Por ello, los tres nuevos iniciados cátaros, después de añadir nuevos abalorios al tesoro que se conserva perfectamente en las paredes del castillo, fueron nombrados sagradamente según un ritual antiguo, imponiéndoles un collar que contiene una espiral guanche de plata de ley en una piedra volcánica triangular, símbolo de la nueva hermandad canaria: Guardián de la Triple Alianza Cátara y del Santo Grial de Montsegur.


Dejamos para el tercer tramo del viaje iniciático, la conquista de la bastilla construida sobre las ruinas de una fortaleza romana, « La Cité » de Carcassonne. Fue en el siglo XIII campo de batalla de la persecución llevada a cabo por Simón de Montfort contra los herejes, protegidos por Raymond Trencavel, vizconde de Carcassonne. Luego de la destrucción de la ciudad durante los combates, San Louis autoriza a los habitantes la construcción de una bastilla que lleva su nombre, en el lado izquierdo del río « Aude », que posteriormente gran parte de la misma sería incendiada por el Príncipe Negro. En el siglo XIX la vida cultural es muy rica y la ciudad medieval gana en prosperidad gracias a las industrias textiles y a la agricultura vinícola. Hoy goza turísticamente de un gran renombre mundial y ha sido considerada patrimonio de la humanidad.

Ya saben: tres templarios canarios en tierras extranjeras con ganas de nuevas luces y disfrutar de los más preciados manjares y licores de la cocina francesa del medievo, la tradicional “cassoulet de confit de pato” y la degustación de los vinos de la tierra, ¡no lo ibamos a perdonar estando en Carcassonne! Para recuperarnos de la travesía por los ondulados campos de viñedos y quitarnos el cansancio del camino, nos echamos un spa con masaje de cuarenta minutos incluido que nos deja como nuevo para afrontar una noche de etiqueta “Especial Caco” en la que celebramos la onomástica de una dama. Nos habíamos parado previamente en un Carrefur para comprar lo necesario para el capricho de la última cena cátara…, la copa…, la recopa…, y los champiñones…, ¡para que contar!
El magret de canard con cebolla confitada y mermelada de naranja, pacientemente preparado en los pequeños fuegos de la rústica cocina de la cabaña por mi querido hijo-cocinero, pasará a mi memoria como una degustación que complacería al mayor sibarita del mundo. El cava de Limoux nos sirvió para brindar por la satisfacción de haber logrado lo pretendido, cada uno y cada cual su vivencia. Todo acaba con un gran final, y como en los cuentos, nosotros comimos pato y fuimos muy felices. Eso sí, deseando un feliz regreso a nuestro hogar para contarlo y disfrutarlo de nuevo con nuestros seres más queridos que no pudieron acompañarnos en esta ocasión, darle las gracias a todos los que hicieron posible este fraternal viaje y comprometernos a conservar el secreto y ser los custodios de nuestro templo familiar.
Al grito de: ¡Mira y descúbrete! Escondimos nuestros sueños en un rincón de nuestro interior para que nada, ni nadie que no quiera soñarlo, pueda robárnoslo. ¿Volveremos a renacer?


1 comentario:

  1. En mayo del 2012 hice una entrada al blog llamada "AMENO" donde cuento la historia de los cátaros, y en cierta forma, el sueño de "un viaje divino". Te invito a que le pongas música a este viaje.

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