viernes, 26 de octubre de 2012

El gato del Ateneo



Negro como un tizón, rollizo por su buen comer y dormir, de carácter afable y semblante intelectual, camuflado entre los negros pantalones de los hombres ilustrados, pululaba ronroneando  entre charlas y tertulias, una de las figuras  más  singulares de los años veinte en una de las casas con mayor pedigrí de España: "el gato más culto del mundo". Se decía que su cultura provenía de “su buen dormir”, pues lo hacía sobre el periódico Times que, cada día, le era cambiado sin leerlo nadie. El gato del Ateneo de Madrid no podía pasar desapercibido  en mi visita a la histórica institución y tampoco en mi  blog  faltar a su reconocimiento cuando yo también voy "gateando la vida, a mi manera".
El "gato negro" ocupaba los mullidos asientos de las principales salas del espléndido edificio para echarse la siesta, mientras escuchaba atento -como un socio más- el murmullo de los contertulios de Unamuno, o recorriendo a sus anchas la Galería de Retratos ante los imperturbables socios colgados en sus paredes, a pesar de los habituales gritos de Valle-Inclán defendiendo apasionadamente sus esperpénticas ideas en la llamada "sala de la cacharrería", allá entre las décadas de 1920 y 1930.
Vivió contemplando aquellos años en los que el Ateneo de Madrid recibió a Albert Einstein, a Madame Curie o al fotógrafo Henri Cartier-Bresson, pero también padeció la soledad de la clausura del Ateneo, producida a las doce y media de la mañana del 20 de febrero de 1924, a causa de la dictadura de Primo de Rivera, y que llevó consigo la destitución de la cátedra a Miguel de Unamuno, condenado al destierro en Fuerteventura, así como los acontecimientos sociales y políticos que llevaron al advenimiento de la II República.
Sus orejas, erguidas y atentas a cualquier asunto de su interés, escuchaba discretamente las voces más cualificadas del momento que se alzaban en los ardientes debates o en las magistrales conferencias, así como ser  callado testigo de las conversaciones privadas y conspiraciones en los lúdicos eventos sociales de la época. Su lomo fue acariciado por personajes tan ilustres como Benito Pérez Galdós, Manuel Azaña, o Clara Campoamor, y todos los que frecuentaban el Ateneo de Madrid, en aquellos años, se toparon con su negra pero entrañable presencia. A cambio ofreció sólo su permanente ronroneo.
Hoy, a modo de recuerdo, les ofrezco las dos fotografías antiguas que conserva el Ateneo  con su imagen, una a los pies del conserje en la Galería de Retratos y otra en un sofá de La Cacharrería.


Pero el gato, por supuesto, no es la más significante del Ateneo de Madrid, la historia de la vida intelectual y política española no se entiende sin esta institución. El Ateneo se constituyó como una sociedad ”científica, literaria y artística”, con el triple carácter de Academia, Instituto de Enseñanza y Círculo Literario. De este ágora han salido hasta 16 presidentes de Gobierno, su primer socio fue Mariano José de Larra, Fígaro, admitido en 1836, un año antes de suicidarse sin haber cumplido como saben los 30 años. El Duque de Rivas, un "liberal" vuelto del exilio con la amnistía otorgada a la muerte del "absolutista" Fernando VII, fue elegido como primer presidente, al tiempo que estrenaba su Don Álvaro o la fuerza del sino, emblema del romanticismo español. Mesonero Romanos sería el motor del Ateneo y de su formidable biblioteca, que todavía se aprecia como una de las mejor dotadas de España.
La cosa social y económica se cuece en el Ateneo por eso le llamaban el “segundo senado”. Menéndez y Pelayo, Clarín, Pi y Margall, Azcárate, la Pardo Bazán, Ramón y Cajal se sucederán en las tribunas. En la nueva Cacharrería están "los senadores" del Ateneo, como el criticado Echegaray y "los locos", como Mario Roso de Luna, "maestro de ciencias ocultas". En los pasillos, las tertulias. Entre ellas, la de don Ramón María del Valle-Inclán, "hablando incansablemente", junto al socialista Araquistáin, con su apariencia de "eclesiástico de aldea" y  la de Azaña, contertulio no menos vibrante, presidente en las postrimerías del periodo áureo (1930-1932), su trayectoria perfila la personalidad de un intelectual que del anonimato pasará, a través del Ateneo, a las más altas instancias del poder en la Segunda República.
La actriz francesa de teatro y cine, Sara Bernhardt, visitó en una ocasión la casa, como otras figuras célebres: Marconi, Maeterlinck, Bergson, Einstein o posteriormente Teresa de Calcuta o Ortega y Gasset. Como a la sesión de la Bernhardt asistiese Antonio Maura, a la sazón director de la Academia, le pidieron que interviniese. No lo hizo a gusto. Tenía que hablar del teatro francés. Comenzó a hacerlo, pero, de pronto, se interrumpió bruscamente. Comentaría: "No es prudente improvisar en materias tan concretas y sobre todo en esta casa".
Se temía al Ateneo. Ya en los tiempos del dictador Primo de Rivera se le vio las orejas lobo. Y fue el propio Alfonso XIII el que negoció personalmente para fusionarlo con el Círculo de Bellas Artes, que por entonces estrenaba su nueva sede. La propuesta se llevó a la Junta y se rechazó. El ateneísta don Manuel Aznar, director de El Sol, fue el más beligerante en contra de la fusión. ”¡Eso sería la muerte del Ateneo!” El maridaje de las dos instituciones se ha vuelto a plantear en nuestros días.
Tras la Guerra Civil, el Ateneo no levantó cabeza. Los falangistas lo tomaron primero, como Aula de Cultura de la Delegación Provincial de FET y de las JONS (Antiguo Ateneo). Luego, se calificaría como Biblioteca Pública, periodo en el que sirvió para la reaparición de Ortega y Gómez de la Serna. Más tarde, la época del Opus Dei, en la que Florentino Pérez marcó pautas. Por último, el periodo de Fraga, con José María de Cossío al frente, a bordo de su coche oficial. Y en el tardofranquismo, conflictos y cierres. (...)
Alguien dijo que el Ateneo es un león muy dormido. La razón del Ateneo era traer la República. Y lo hizo. Ahora, es utópico pensarlo a corto plazo. Aunque otros, como opinan los estudiosos del Ateneo, a la casa siempre se le ha visto su pedigrí. No olvidemos que el propio Valle-Inclán, aun siendo, con Unamuno, de los máximos atacantes del Rey, cuando llegó al Ateneo, con su barba todavía negra, en una de sus primeras conferencias, quiso decir y dijo: En Galicia hay dos clases de personas: la primera, la de los señores, y la segunda, los siervos. Yo pertenezco a la primera.

El Ateneo mantiene hoy el espíritu de sus promotores, un espacio de libertad y creación, de diálogo y debate abierto a todas las corrientes científicas, literarias, artísticas, sociales y políticas, sin más exigencias que el rigor y la grata convivencia, tan necesaria para el enriquecimiento humano.
Acercarse al Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid es respirar su ilustre historia y recorrer su excepcional edificio repleto de espacios dignos de admiración por su fuerza, belleza y sabiduría, es todo un privilegio que ofrece fraternalmente y desinteresadamente la institución (3 euros con guía, que por cierto no admite propina y se la merece). Si además, formas parte del libre espíritu ateneísta, te aseguro que allí en este momento, están abiertas todas las puertas para pulir tus ideas y proyectos, encontrarás un ámbito en el cual puede florecer la critica, la creatividad y la siempre fructífera convivencia.
No les cuento más para que vayan al Ateneo -si pueden claro- en vuestra próxima visita cultural a Madrid antes que lo cierren por los malditos recortes económicos o políticos. Si te encontrarás con el gato negro, no lo consideres de mala suerte como en la Edad Media, cuando se les asociaba con la brujería y los perseguían para quemarlos en la hoguera, ni lo maltrates como al gato negro del sádico cuento de Edgar Allan Poe, al contrario en Asia es símbolo de muy buena suerte, y tan solo recuerda conmigo que su retrato es el reencarnado gato del Ateneo: ¡El gato más culto del mundo!


Fuente: Guía del Ateneo de Madrid y su web oficial.

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