sábado, 12 de noviembre de 2011

La Butaca de Ellémore

 
Si mérito tiene Roberto de crear nuevos sabores y olores combinando productos de nuestra tierra y el mar, igual mérito reconozco a tres jóvenes emprendedores que apuestan en un negocio  al borde del risco. Eso sí, del Risco de San Nicolás, en el CICCA, fusionada La Butaca y Ellémore son garantía de solvencia y reconocida reputación culinaria canaria, que no deja la menor duda para clasificar la inversión con una triple A.
Roberto Torres, el chef emergente, con su capacidad creadora es la piedra angular del nuevo ambigú, un concepto innovador en la restauración global, que nos hace disfrutar con su genialidad  y destreza, de los ricos y gustosos pinchos con el toque canarión. Pescados detrás de la barra grande, frutas de la costa insular, verduras de las medianías, y el aire impregnado por las hierbas de la cumbre, hacen el ambigú decorado por Mariana, el centro de iniciativa  cultural y gastronómica mejor ideado en Canarias en el 2011; su cache de excelencia por la calidad de los recursos  y elegancia por la intimidad de su decoración, dejará plenamente satisfecho al cliente en todo los sentidos cuando lo visite.  
Si bien el estilo de Roberto Torres, comida al borde del risco, es comparable con el modelo nórdico de René Redzepi, reconocido en 2010 como el mejor cocinero del mundo  por su trabajo en el Norma de Copenhague, no cabe la menor duda que también el discípulo español de Ferrand Adrià, volverá a recuperar, en pocos años, la corona  de la gastronomía mundial para nuestro país.
La sencillez de la Alameda de Colón, el ambiente modernista de la Plaza de Cairasco, entre lo tradicional de Vegueta y lo comercial de Triana, en el kilometro cero de Gran Canaria, se inspira el innovador modelo “al borde del risco”, donde puedes ir mar afuera o tierra a dentro,   donde lo “único” de la gran isla se transfigura en lo “diverso y complejo” del  archipiélago afortunado, capaz de explotar como un volcán que deja caprichosas y fantásticas formas  sorprendiendo cualquier expectativa, y jamás dejará indiferente a un crítico gastronómico.



El Javi, el Pablo y el Gabi, son algunos de los llamados pinchos que ofrece Roberto, evocando los gustos a medida de sus socios, pero ello no significa quedarse anclado en nuestro puerto y poder viajar con los sentidos a las tierras de navarra para disfrutar  de  los espárragos verdes o catar “loculto” en la Ribera del Duero. Una comida sutil, delicada, genuina, y en ocasiones extravagante y complicada antes que sencilla. Acariciada en la cocina por las mejores manos, servidas con mil amores por amables camareras y un entorno agradable, ¡como en casa!
Sepan disculpar mi pasión al exponer el proyecto, del cual me considero impulsor y en su andadura: fiel seguidor. Amor de padre que bebe  en la fuente de sus hijos para colmar la vida o simplemente el poder saborear de su apreciada compañía.  Enhorabuena a los jóvenes emprendedores, y  a por la medalla  “Gabrielin”. Bueno, también: por la primera estrella Michelin.
¡Me supo!
Gabrielin, Las Palmas de Gran Canaria, 11/11/2011

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