lunes, 10 de diciembre de 2012

¡Yo no soy ese!


Los hombres ... y las mujeres también por supuesto, son como los bombones, me gustan todos, pero unos los prefieres más que a otros. En Navidad, cuando todo es más dulce y los bombones están recién hechos, perfectamente envueltos en celofán, aparece uno de cara sonrojada, quizás fruto de la cereza  bañada en licor que se encuentra en su interior. No me conformo con uno sólo, puede caer la lata completa y terminar después medio ebrio y encima empalagado. Al fin y al cabo, este año se acaba y estoy tan agotado de resistirme a tantas cosas, que la tentación de un MON CHÉRI, hoy se me antoja irresistible.


Ya en la resaca, con los remordimientos del peso y los efectos del colesterol, la subida de  la presión me da por pensar en algo que me haga sentir menos culpable. Tan solo lo lograré sí venzo a mi mayor enemigo, aquel que un día descubrí mirándome al espejo.
Es evidente que mi “ego” se ha convertido en una sombra que no me deja ver la luz directamente, se siente herido con mucha facilidad y al notarlo reacciona con violencia, culpando al otro o a las circunstancias de la oscuridad. Las cadenas del “ego” son las más duras y resistentes, porque nos cuesta identificar su origen,  a veces en un indiferente desprecio, otras un halago mal interpretado. El “ego” solo busca satisfacción, sin comprender que es la dualidad, ni como se modula, por eso intentaré conocer los mecanismos sin dejarme embobar por la ilusión ególotra, ya que la identificación de sus manifestaciones es trabajo para toda una vida.
Lo cierto es que el “ego” es la causa primaria de los conflictos que ha sufrido la humanidad en toda su historia, por eso, debemos alejarnos un poco, o elevarnos un mucho, para observarla y reaccionar ante sus acciones con compasión. Como escuché de Werner Ulrich, un gran estudioso de la filosofía iniciática: el trabajo implica estudio, implica conocerse a si mismo, implica mojarse en la vida, implica aprender a perdonar, aprender a ceder, implica entender los mecanismos que confunden al ser humano a lo largo de la vida, implica entender las causas de la ansiedad existencial, implica intentar entender los muros mentales que nos esclavizan, implica intentar sentirnos UNO con todo pues la  energía que nos mueve a todos nosotros es la misma y proviene de la misma fuente e implica intentar conocer las leyes universales que rigen el orden y el caos.
La pequeña palabra "ego" ha tenido varios significados. Para la escuela freudiana es "el aspecto consciente de la psique que decide entre los instintos básicos del ello y la moralidad del superyo": 
Definición muy académica para mi gusto. "Consideremos al ego como la idea que cada uno de nosotros tiene de sí mismo. Es decir, que el ego no constituye mas que una idea, una ilusión, pero una ilusión que ejerce gran influencia" 


En las filosofías místicas orientales, particularmente en el budismo se considera al yo como una ilusión. El yo se presenta como un velo de la mente que induce al sujeto a identificarse con su experiencia provocándole sufrimiento.
Según el profesor Jorge Olguín, a la inmensa mayoría de las personas no les (nos) interesa "lo que es", sino "cómo se ven" o, qué calidad de imagen proyecta. Les interesa la imagen más que la objetividad. Y así, el hombre de la sociedad se lanza a participar  en  esa carrera  de  las  apariencias,  en  el  típico  afán de 'quién engaña a quién', de cómo lograr mejor impresión. 

Mari Trini, una de mis cantautoras preferidas, me puso en guardia ante el juego del ego y de las aventuras de los demás cuando ella nos cantaba: “yo no soy esa que pierde esperanzas o se acobarda ante una borrasca”. Pero igual, yo no soy ese “que te imaginas, tranquilo y sencillo,  que un día abandonas y siempre perdona”, o aquella “paloma blanca que te baila el agua y que ríe por nada, diciendo si a todo”. ¡Que error!, mi “ego” pretende que el mundo sea como yo quiero y no como en realidad es. El ego nace con nosotros cuando venimos al mundo. Cuando somos niños, a través del cariño, del amor, del cuidado, sentimos que somos buenos, valiosos, que tenemos alguna importancia. Nace un ego, un "centro". Pero este centro es un centro reflejado. No es nuestro verdadero ser. No sabemos quiénes somos, simplemente sabemos lo que los otros piensan de nosotros. Y este es el ego: un reflejo de la opinión de los demás. Seamos atentos con esto, León Tolstoy pasó de ser un egocéntrico a ser un servidor de Dios, luego de aprender muchas lecciones y pasar por tribulaciones. Y escribió lo siguiente: "El único significado de la vida es servir a la humanidad". Si esto no funciona, coge una mandarina, pélala, métete un gajito en la boca con el MON CHÉRI que te he regalado, explótalos con tus dientes, mézclalos con tu lengua, ¡cuidado! sin salpicar, saboréalo, ahhhhhhh…  que maravilla, me sabe diferente, ¡ahora más jugosa me parece la vida!
Me cargaré de buenos propósitos para afrontar el año nuevo, con los mejores deseos, e intentaré al menos cumplirlos, aunque por mi pelo blanco, alguna canita echaremos al aire.
Las ideas no se aprehenden bien, con "h", si no se practican de vez en cuando, bien para sufrirlas o para disfrutarlas, ya que al no usarlas pasan al rincón del olvido. Nadie es perfecto y si lo fuese no estaría Gabrielando para seguir en el camino, por eso recuerdo aquello que dijo Mahatma Gandhi: Soy dolorosamente consciente de mi imperfección, en este conocimiento reside toda la fuerza que dispongo, porque es raro que un ser humano conozca sus limites.
Mi límite es el “ego” y me resta libertad, hasta que me libere de la necesidad de ganar, de tener razón, de ser superior, de tener más, etc. , pero no me privaré en esta ocasión de decir con buen humor, lo que me recomendó un querido amigo con mayor gracia ante parecida desesperación:
Con paciencia y con saliva, el elefante se la metió a la hormiga


6 comentarios:

  1. En la filosofía budista la segunda verdad noble dice que el deseo es el origen del sufrimiento. El deseo de ser el mejor, el más listo, el más....es un ejemplo perfecto que ilustra esa enseñanza. Te recomiendo la lectura del libro "las cuatro nobles verdades" de Ajahn Sumdeho.
    Y ten cuidado con el colesterol!
    Un abrazo.

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  2. Jajaja, te has superado... ahora aplícatelo mon papá!!

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