Bien es cierto que un fin de semana en Zaragoza -o en
cualquier sitio- cuando lo emprendes en solitario, no es precisamente situación favorable, pero una
vez superada la magua que produce la soledad y la pereza que provoca un día
desapacible y frío, el hambre te levanta de la cama, cargadas las baterías del
iPhone y del iPad, apagas el televisor de la habitación del hotel y arrancas la
caña para pescar un rayo de sol en un nuboso día invernal al borde del Ebro.
Ojo, no he dicho tómate una caña de cerveza y quédate ebrio, sin enterarte de
nada, ni de nadie.
El chocolate con churros en la Chocolatería Valor, una tapa
de setas o de champiñones con una copa de vino de Cariñera en "el
tubo" -así llaman a la calle "4 de agosto"-, sería suficiente
justificación para gozar de las bondades de Zaragoza, ya que las clásicas
sabidas son patrimonio de la humanidad.
Mas éstas y las otras, no pueden ensombrecer el atractivo que tiene su amplia y
variada agenda cultural, de ocio y entretenimiento.
En esta ocasión he tenido la oportunidad y la suerte de
coincidir en mi estancia en el Sitio de Zaragoza con la programación de una
obra en el Teatro Principal, plenamente
valiosa y vigente para comprender la situación actual. Se trata "De
ratones y hombres", del escritor californiano, John Steinbeck. Me supongo
que dicho así, muchos como yo de pronto lo desconocerán, pero por el díptico
publicitario me entero que fue galardonado con el Premio Pulitzer en 1940 y
recibió el Premio Nobel de Literatura en 1962, pero lo que no olvidará nunca mi
generación, y las próximas, es aquella publicación "Al este del
Edén", que sería llevada al cine
por Elia Kazan, en una película que protagonizaría el malogrado James Dean.
"De ratones y
hombres" es una historia estremecedora con un final terrible. Narra la
vida y sueños de dos trabajadores del campo de California durante la Gran
Depresión - George Milton, un hombre inteligente pero sin formación, y Lennie
Small, un hombre de gran estatura y fuerza pero limitadas habilidades mentales
- están en camino hacia otra parte. Esperan cumplir algún día su sueño
compartido de tener sus propias tierras. La parte del sueño de Lenny es
simplemente cuidar (y tocar) conejos suaves en la granja. Este sueño es una de
las historias favoritas de Lennie, que George le cuenta constantemente. Están
huyendo de su anterior empleo, donde huyeron de la ciudad después de que la
afición de Lennie por abrazar cosas suaves fuera acusado de intento de
violación cuando tocó el vestido de una joven. Pronto queda claro que los dos
son muy amigos y George es el protector de Lennie. El tema de la amistad es
constante en la historia.
Una historia sobre hombres y
mujeres que se mueven en el vacilante límite entre la dignidad del ser humano y
la animalización, como bien dice el director Miguel del Arco en la sinopsis de
la obra. Entre la razón y el instinto. Entre los que luchan para salir adelante
y los conformistas. Entre los que sueñan y los que, simplemente, duermen. Es
una lucha extenuante que a veces no queremos afrontar o queremos ignorar. Pero
si lo haces, si te paras y miras a tu alrededor verás que la lucha está
interiormente iluminada por la grandeza de corazón y la grandeza de espíritu,
por la dignidad, por el coraje, por la compasión, por el amor...
¡Duele, pero ilumina!
No desvelaré más la obra
para dejarles la curiosidad y despertar el interés por conocerla. Tan solo por
dar una pincelada wikipedia de la personalidad de Steinbeck les contaré que a
lo largo de su vida uso el símbolo de Pigasus (de pig=cerdo, de pegaso, animal
alado), un cerdo atado a la tierra aspirando a volar. Su éxito no estuvo exento
de polémica y controversias por su crítica al capitalismo y el apoyo a la
política de F. Roosevelt al defender su plan de mejoras sociales, lo cual le
valió el rechazo del sector tradicionalista más conservador.
Después de las dos horas que
dura el espectáculo, sin moverme de la silla y casi sin respirar para no
molestar o por la tensión de la obra, necesitaba toser a gusto; por la antigua
casa Fortea, encaminé la calle del Temple; paso por delante de la casa donde
vivió el libertador de Cuba, José Martí; leo la frase esculpida en el mármol,
sin saña; me asomo al Ebro buscando el agua que necesita un isleño, miré y
gritó mi mente:
¡Coño, fuerte crecida! ¡Este
río se va ha desbordar!
Salí volando (como buen
canario), espantado de tanta agua bajando por aquella gigantesca acequia.
¡Y uno sediento y muerto de
miedo! ¡Que injusto es este mundo sin Martí!
P.D.:
El espectáculo ha sido
producido por Concha Bustos con la colaboración del Teatro Cuyás, cuenta con un
magnífico reparto y un excelente equipo artístico y técnico.
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