La actual Plaza de la Constitución de Las Palmas de Gran
Canaria fue, haya por los años sesenta y setenta, el tagoror de muchos adolescentes,
que bajo la atenta modernista mirada del poeta Tomás Morales, se reunían
habitualmente para cultivar, en lo que era una finca de plataneras, una fuerte
y sincera amistad, además de divertirse felizmente en ella.
No había lideres, ni dirigentes, sólo era una pandilla
con un puntal, una columna pétrea entre laureles de indias, que se erigió orgullosamente
en el centro de la plaza para no conmemorar nada, y que sin embargo su
presencia atraía fuerzas misteriosas a los que allí nos congregábamos; hoy es el
símbolo de nuestros derechos constitucionales refrendados en 1978 y un punto de referencia ciudadana que marca con su altura y su estampa
singular el campus universitario del barrio de Arenales, el que antiguamente los
del lugar conocían como Fincas Unidas.
El “obelisco” lo diseñó el arquitecto catalán Juan
Margarit Serradell y se ejecutó entre 1956 y 1957 por el canario Cayetano
Guerra del Río, concibiéndolo como un monumento en medio del eje del un largo
bulevar que llamaríamos el Paseo de Tomás Morales, que arranca de la calle
Bravo Murillo, a la altura de la esquina del edificio del Cabildo de Gran
Canaria y termina en el Parque Doramas,
antiguo zoológico de la ciudad.
El obelisco de Las Palmas de Gran Canaria fue construido
con piedra volcánica de color marrón y tonos rosáceos procedentes de las
canteras de La Isleta, es del tipo egipcio, como el de la Plaza de la Concordia
de París, y, a diferencia de otros muchos, ni está decorado en su recorrido de
piedra hacia arriba, ni tiene una base a modo de pedestal, como también es
frecuente encontrarlo en otros modelos, y que bien documenta un artículo que
leí de Sergio Suárez.
La palabra Obelisco, de
origen griego, indica una señal que se ponía en el margen de los libros y
escritos para indicar lo que hay que borrar, sin embargo para nuestra generación
y las futuras, es y espero sea para muchos,
no solamente un monumento conmemorativo en
forma de pilar muy alto, de cuatro caras iguales, y terminado por una punta
piramidal, sino también un sano lugar de reunión de jóvenes estudiantes con
firmes principios y buenos propósitos, que unidos en el alma contribuyen con su
esfuerzo a garantizar el bienestar y el progreso de nuestra ciudad.
Igual que los antiguos egipcios construyeron los primeros
obeliscos en honor del dios Sol, hoy rendimos merecido homenaje a todos
aquellos queridos amigos y amigas de la “Pandilla del Parquillo” que vivieron
esa época difícil y de escasos recursos, pero llena de ilusiones, de alegría,
de ganas por vivir, en concordia y en libertad.
¡El “Obelisco de Tomás
Morales”, fue y será nuestro mejor puntal!
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