Tengo la
suerte de vivir cerca del local de la Asociación de Vecinos de los Playa Chica,
allí, últimamente suelen montar una mesa con libros que han sido generosamente
donados por la gente del barrio para truequearlos por alimentos que serán
repartidos después entre los vecinos que lo soliciten por necesidad. Es una
auténtica biblioteca pública que me permite, además de colaborar en una
iniciativa social sin ánimo de lucro, la de ilustrarme con los excelentes
títulos que se ofrece a cambio de una pequeña compra de comestibles no
perecederos, logrando de esta forma, que mientras unos tienen la oportunidad de
alimentarse de conocimientos, otros se suministran de comida para paliar los
desgarradores efectos de la crisis económica e intelectual que padecemos,
saciando así al tiempo, el hambre cultural y corporal de los vecinos del
barrio.
En ella
pude adquirir las Memorias de Nicolás Estévanez, llenas sus páginas de sucesos
y personas según la impresión que a él le causaron, sin pretender hacer
historia. Recuerdos íntimos tratados de forma modesta y sincera que hacen de
sus Memorias una lectura amena y a la vez instructiva, que con encanto
literario muestra confesiones íntimas y su ardiente fe por los ideales
republicanos, de la que diría: "Han de pasar por el mundo bastantes
generaciones antes que venga la que me deje atrás en su concepción de la
sociedad humana, de la dignidad del hombre y del fin racional de la
existencia".
Si bien me
interesó el libro por ser del personaje que da nombre a la calle donde se
encuentra un negocio familiar, y al gustarme por isleño su conocido y precioso
poema "Canarias"; lo cierto es que me seducía también profundizar en
su pensamiento y trayectoria política, ligada a una República desacreditada por
la conspiración hostil de las potencias europeas que le negaron su
reconocimiento oficial, la misma que el político canario defendía con
entusiasmo y que con su humor socarrón diría: "De aquella República sólo
yo tengo derecho a quejarme; le debo uno de mis vicios, el de fumar".
Caricatura satírica que muestra el apoyo a
la República Española
por parte de las Suiza, Estados Unidos y
Francia y el rechazo de las Monarquías y los Imperios
|
En la
introducción del libro editado por la Biblioteca Básica Canaria, su biógrafo
Nicolás Reyes González, nos cuenta la siguiente anécdota que mantuvo con otro
ilustre canario, para más señas, también republicano:
En una
correspondencia que mantienen Benito Pérez Galdós y Nicolás Estévanez, el
primero le escribe al segundo, sobre sus Episodios Nacionales: "Al fin
este año tendré el gusto de enviarle otro Episodio que se titula La Primera
República, en la cual, como comprenderá fácilmente, figura V. mucho. A esta
carta Estévanez contesta lo siguiente: "Le anticipo las gracias por el
envío que me ofrece de La Primera República; y siento que la segunda parte de
mis memorias tarde tanto. Leeré ese episodio con tanto gusto como he tenido
leyendo los demás. Pero eso de que V. me haga un personaje novelesco (era lo
que me faltaba), excita mi curiosidad y redobla mi impaciencia por recibir el
tomo".
Pensaba
abrir el debate sobre "Monarquía vs República", pero no, lo dejaré
para otra ocasión ya que requiere tiempo y otras cosas previas. Si Nicolás
Estévanez hubiese escrito la segunda parte de sus Memorias, como era su inicial
propósito, posiblemente la censura no hubiese permitido publicarla, y menos
difundirla en España, incluso, le hubiera costado el destierro obligado.
Estévanez optó por el silencio antes que mentir o modificar los hechos que el
protagonizó; hoy prefiero hacerme eco por tanto de una sabia reflexión de
Estévanez en la explicación de "Fragmentos de mis Memorias", que
refleja el talante del gran hombre que las escribió:
"Los
radios de un círculo son infinitos; matemáticamente son iguales; pero a un
punto dado sólo va uno. Asimismo, en el círculo de un hecho, los juicios son
como radios, de los cuales uno sólo apunta a la justicia, indica la verdad.
¿Quién puede vanagloriarse de haber juzgado con exactitud, sin apartarse un
grado de la estricta verdad y de la eterna justicia? Todo lo que se puede
exigir de la máxima probidad humana es que se diga sin distingos y sin
subterfugios lo que se sabe, lo que se piensa, lo que se cree; pero a nadie se
le pida la infalibilidad".
Pi y Margall se ve desbordado por el
federalismo, representado en figuras infantiles ataviadas con los distintos trajes regionales. |
Un mes
antes del advenimiento de la República, en 1873, un inspector de policía le
envío recado a Estévanez a través de una señora, que tenía orden de prenderle y
le recomendó que se ausentara de su casa para no tener que detenerlo. Sin
embargo no se escondió; el inspector llego a la hora señalada y al encontrarlo
en la casa le pregunto que hacía allí, y le dijo que no se había ocultado para
conocerlo y darle un millón de gracias por su aviso.
- Y puesto
que usted no quería encontrarme en casa, dígale al gobernador que no estaba; el
resultado es el mismo.
El
funcionario había olfateado la República y probablemente supondría que el
próximo gobernador civil de Madrid podría ser Estévanez, como luego se lo
ordenaría personalmente el presidente Figueras, que ante la grave situación del
momento tomó posesión curiosamente a las
dos y media de la madrugada, del 24 de febrero de 1873, 13 días después de la
proclamación de la República, aun antes que saliera publicado en la Gaceta el
nombramiento del Consejo de Ministros.
La
situación actual de la monarquía y del país, tiene cierto parecido a la de
épocas anteriores en las que por dignidad el rey terminaría renunciando a su
corona. No soy investigador, ni historiador para vaticinar nada de esta
naturaleza, pero seguro y espero que no me vayan a detener por decir que ¡Huelo
la República!
Alegoría a la Primera República |
Si cuarenta
años duró la dictadura de Franco, la Restauración Borbónica va ya por otros
tantos. Si bien resistimos al primero, y lo dejamos morir en paz por el miedo
que le teníamos, su sucesor reconvertido y legitimado democráticamente, está
dando la impresión de haber agotado su reinado, no tanto por la lamentable
situación económica que estamos
atravesando de la que siquiera es responsable directo pero si cómplice
necesario, sino por cometer tres pecados mortales que se sepa (engañar,
defraudar y amar lo prohibido más de la cuenta) como un vulgar presunto delincuente; aún habiéndolo
confesado y arrepentido de ello, el propósito de la enmienda más acertado sería
la abdicación, a pesar de que la parroquia cortesana lo perdone por
complicidad, conveniencia propia y ambición de poder, o por méritos anteriores,
lo que entiendo derivados de sus obligaciones y lealtad a la Constitución del
78.
España
requiere una urgente reanimación social, una de cada cinco personas vive por
debajo del umbral de pobreza; de entre ellos, más de 2 millones son niños. El
desempleo generado por la crisis financiera y de confianza institucional está
en el origen de un problema que han agravado las políticas antisociales. Los
recortes en prestaciones sociales y en la red de protección pública lo sufren
muchísimas familias que, tras varios años de crisis, han consumido todos sus
recursos y han llegado al límite de su capacidad para seguir adelante.
Abdicación de Amadeo de Saboya |
Ante esta
grave situación es preciso tomar decisiones, empezando por la reforma
constitucional que ataje de raíz las causas del problema de los nacionalidades
y las comunidades, y decisiones urgentes que surtan efectos inmediatos sobre
los más desfavorecidos por la crisis financiera. Decisiones, en todo caso, que
habrán de contar con un amplio acuerdo social, económico y político, pues en
el relevo generacional o cambio, ha de implicarse la sociedad española en su
conjunto. Con esta convicción, debemos dar una nueva cara a la Jefatura de
Estado, que acabe con la corrupción y el fraude, un gran compromiso contra la
pobreza y la exclusión social, abanderado de medidas de mejora inmediata del
bienestar y el progreso de nuestro país, y así, empoderado democráticamente por
el pueblo soberano, sea el verdadero baluarte de la libertad, la igualdad y
fraternidad de todos los españoles.
Por todo
ello ahora, recuerdo el "catorce de abril", y con voz clara digo:
¡Huelo la
República!
Adiós de Juan Carlos |
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