sábado, 13 de abril de 2013

¡Huelo la República!


Tengo la suerte de vivir cerca del local de la Asociación de Vecinos de los Playa Chica, allí, últimamente suelen montar una mesa con libros que han sido generosamente donados por la gente del barrio para truequearlos por alimentos que serán repartidos después entre los vecinos que lo soliciten por necesidad. Es una auténtica biblioteca pública que me permite, además de colaborar en una iniciativa social sin ánimo de lucro, la de ilustrarme con los excelentes títulos que se ofrece a cambio de una pequeña compra de comestibles no perecederos, logrando de esta forma, que mientras unos tienen la oportunidad de alimentarse de conocimientos, otros se suministran de comida para paliar los desgarradores efectos de la crisis económica e intelectual que padecemos, saciando así al tiempo, el hambre cultural y corporal de los vecinos del barrio.
En ella pude adquirir las Memorias de Nicolás Estévanez, llenas sus páginas de sucesos y personas según la impresión que a él le causaron, sin pretender hacer historia. Recuerdos íntimos tratados de forma modesta y sincera que hacen de sus Memorias una lectura amena y a la vez instructiva, que con encanto literario muestra confesiones íntimas y su ardiente fe por los ideales republicanos, de la que diría: "Han de pasar por el mundo bastantes generaciones antes que venga la que me deje atrás en su concepción de la sociedad humana, de la dignidad del hombre y del fin racional de la existencia".


Si bien me interesó el libro por ser del personaje que da nombre a la calle donde se encuentra un negocio familiar, y al gustarme por isleño su conocido y precioso poema "Canarias"; lo cierto es que me seducía también profundizar en su pensamiento y trayectoria política, ligada a una República desacreditada por la conspiración hostil de las potencias europeas que le negaron su reconocimiento oficial, la misma que el político canario defendía con entusiasmo y que con su humor socarrón diría: "De aquella República sólo yo tengo derecho a quejarme; le debo uno de mis vicios, el de fumar".


Caricatura satírica que muestra el apoyo a la República Española 
por parte de las Suiza, Estados Unidos y Francia y el rechazo de las Monarquías y los Imperios

En la introducción del libro editado por la Biblioteca Básica Canaria, su biógrafo Nicolás Reyes González, nos cuenta la siguiente anécdota que mantuvo con otro ilustre canario, para más señas, también republicano:
En una correspondencia que mantienen Benito Pérez Galdós y Nicolás Estévanez, el primero le escribe al segundo, sobre sus Episodios Nacionales: "Al fin este año tendré el gusto de enviarle otro Episodio que se titula La Primera República, en la cual, como comprenderá fácilmente, figura V. mucho. A esta carta Estévanez contesta lo siguiente: "Le anticipo las gracias por el envío que me ofrece de La Primera República; y siento que la segunda parte de mis memorias tarde tanto. Leeré ese episodio con tanto gusto como he tenido leyendo los demás. Pero eso de que V. me haga un personaje novelesco (era lo que me faltaba), excita mi curiosidad y redobla mi impaciencia por recibir el tomo".
Pensaba abrir el debate sobre "Monarquía vs República", pero no, lo dejaré para otra ocasión ya que requiere tiempo y otras cosas previas. Si Nicolás Estévanez hubiese escrito la segunda parte de sus Memorias, como era su inicial propósito, posiblemente la censura no hubiese permitido publicarla, y menos difundirla en España, incluso, le hubiera costado el destierro obligado. Estévanez optó por el silencio antes que mentir o modificar los hechos que el protagonizó; hoy prefiero hacerme eco por tanto de una sabia reflexión de Estévanez en la explicación de "Fragmentos de mis Memorias", que refleja el talante del gran hombre que las escribió:
"Los radios de un círculo son infinitos; matemáticamente son iguales; pero a un punto dado sólo va uno. Asimismo, en el círculo de un hecho, los juicios son como radios, de los cuales uno sólo apunta a la justicia, indica la verdad. ¿Quién puede vanagloriarse de haber juzgado con exactitud, sin apartarse un grado de la estricta verdad y de la eterna justicia? Todo lo que se puede exigir de la máxima probidad humana es que se diga sin distingos y sin subterfugios lo que se sabe, lo que se piensa, lo que se cree; pero a nadie se le pida la infalibilidad".

Pi y Margall se ve desbordado por el federalismo,
representado en figuras infantiles ataviadas con los distintos trajes regionales.
    

Un mes antes del advenimiento de la República, en 1873, un inspector de policía le envío recado a Estévanez a través de una señora, que tenía orden de prenderle y le recomendó que se ausentara de su casa para no tener que detenerlo. Sin embargo no se escondió; el inspector llego a la hora señalada y al encontrarlo en la casa le pregunto que hacía allí, y le dijo que no se había ocultado para conocerlo y darle un millón de gracias por su aviso.
- Y puesto que usted no quería encontrarme en casa, dígale al gobernador que no estaba; el resultado es el mismo.
El funcionario había olfateado la República y probablemente supondría que el próximo gobernador civil de Madrid podría ser Estévanez, como luego se lo ordenaría personalmente el presidente Figueras, que ante la grave situación del momento tomó posesión curiosamente  a las dos y media de la madrugada, del 24 de febrero de 1873, 13 días después de la proclamación de la República, aun antes que saliera publicado en la Gaceta el nombramiento del Consejo de Ministros.
La situación actual de la monarquía y del país, tiene cierto parecido a la de épocas anteriores en las que por dignidad el rey terminaría renunciando a su corona. No soy investigador, ni historiador para vaticinar nada de esta naturaleza, pero seguro y espero que no me vayan a detener por decir que ¡Huelo la República!

Alegoría a la Primera República

Si cuarenta años duró la dictadura de Franco, la Restauración Borbónica va ya por otros tantos. Si bien resistimos al primero, y lo dejamos morir en paz por el miedo que le teníamos, su sucesor reconvertido y legitimado democráticamente, está dando la impresión de haber agotado su reinado, no tanto por la lamentable situación económica  que estamos atravesando de la que siquiera es responsable directo pero si cómplice necesario, sino por cometer tres pecados mortales que se sepa (engañar, defraudar y amar lo prohibido más de la cuenta) como un  vulgar presunto delincuente; aún habiéndolo confesado y arrepentido de ello, el propósito de la enmienda más acertado sería la abdicación, a pesar de que la parroquia cortesana lo perdone por complicidad, conveniencia propia y ambición de poder, o por méritos anteriores, lo que entiendo derivados de sus obligaciones y lealtad a la Constitución del 78.
España requiere una urgente reanimación social, una de cada cinco personas vive por debajo del umbral de pobreza; de entre ellos, más de 2 millones son niños. El desempleo generado por la crisis financiera y de confianza institucional está en el origen de un problema que han agravado las políticas antisociales. Los recortes en prestaciones sociales y en la red de protección pública lo sufren muchísimas familias que, tras varios años de crisis, han consumido todos sus recursos y han llegado al límite de su capacidad para seguir adelante.

Abdicación de Amadeo de Saboya

Ante esta grave situación es preciso tomar decisiones, empezando por la reforma constitucional que ataje de raíz las causas del problema de los nacionalidades y las comunidades, y decisiones urgentes que surtan efectos inmediatos sobre los más desfavorecidos por la crisis financiera. Decisiones, en todo caso, que habrán de contar con un amplio acuerdo social, económico y político, pues en el relevo generacional o cambio, ha de implicarse la sociedad española en su conjunto. Con esta convicción, debemos dar una nueva cara a la Jefatura de Estado, que acabe con la corrupción y el fraude, un gran compromiso contra la pobreza y la exclusión social, abanderado de medidas de mejora inmediata del bienestar y el progreso de nuestro país, y así, empoderado democráticamente por el pueblo soberano, sea el verdadero baluarte de la libertad, la igualdad y fraternidad de todos los españoles.
Por todo ello ahora, recuerdo el "catorce de abril", y con voz clara digo:
¡Huelo la República!

Adiós de Juan Carlos 


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